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La cueva del dinosaurio

Porca miseria.

Porca miseria.

http://en.wikipedia.org/wiki/Image:ConstellationGPS.gif


Aventuras Caseras Asociadas, presenta: Cap.X.

Puede leerse en: http://lacuevadeldinosaurio.wordpress.com

© Javier Auserd.

Castilla, canto de esperanza. Nuevo Mester de Juglaría.

Castilla, canto de esperanza. Nuevo Mester de Juglaría.

Mil quinientos veintiuno,
y en Abril para más señas,
en Villalar ajustician
a quienes justicia pidieran,
en Villalar ajustician
a quienes justicia pidieran.

Malditos todos aquellos
que firmaron la sentencia,
malditos todos aquellos
los que ajusticiar quisieran
al que luchó por el pueblo
y perdió tan justa guerra.

Desde entonces ya Castilla
no se ha vuelto a levantar,
en manos de rey bastardo
o de regente falaz,
siempre añorando una Junta
o esperando un capitán.

Quién sabe si las cigüeñas
han de volver por San Blas,
si las heladas de Marzo
los brotes se han de llevar,
si las llamas comuneras
otra vez crepitarán.
Cuanto más vieja la yesca
más fácil se prenderá.
Cuanto más vieja la yesca
y más duro el pedernal,
si los pinares ardieron
aún nos queda el encinar. (bis)

Poema: Luis López Álvarez (poeta berciano).
Adaptación de la letra: José Aldea.
Música sobre melodías tradicionales de Castilla arregladas por José Torregrosa.
L.P. "Los Comuneros", 1.976. Nuevo Mester de Juglaría.

http://www.nuevomesterdejuglaria.com/

Premio Dardo 2.008.

Premio Dardo 2.008.

Mi querida y entrañable amiga Sak me ha dado el premio Dardo y tengo que decir (haciendo un chiste malo, de los míos) que "ha dado en el clavo". Gracias Sak. Otro premio muy bueno que me das es siempre que vienes a mi cueva.
Y yo tengo que darlo y, aunque es muy duro e incómodo escoger y cinco son muy pocos, se lo doy a:
Trini
Hannah
Mela
Homero
Furgo
Saludos a todos.

The Last Of The Mohicans. Theme.

Con el agua al cuello.

Con el agua al cuello.

Orcasitas

Aventuras Caseras Asociadas, presenta: Cap.IX

Hay veces que parece que el cielo cae sobre nuestras cabezas. Sucede cuando, en lugar de diez o quince problemas a la vez, te llueven unos cincuenta al mismo tiempo y casi todos con mal pronóstico. A mí cuando me pasa eso, me siento un rato, pongo a Pink Floyd, por ejemplo, respiro fuerte (en ocasiones, lloro un poco) y luego empiezo a hacer una especie de borrador de lista de decisiones rápidas en una o dos palabras, que anoto en un papel. Algo así como:

Chus: no (aunque luego sea que sí, por los garbanzos).
Despacho: hablar con el administrador.
Teléfono: ver ofertas.
Hipoteca: renegociar.
Halien: flores.
Cyndi: llamar.
Coche: llevar al taller.
Charli: hablar con Lola.
Socio: hablar.
Mi madre: llamar.
Etcétera, etcétera.

No suele servir de nada porque en esto no hay recetas que valgan, ni se parece a lo que luego hago, que tampoco se parece a lo que luego sucede, pero me calma algo, de momento, hasta la próxima crisis. Sin embargo, todo va dejando un poso amargo que, al final, te pasa factura y no te libra ni san Judas Tadeo, oye. Y, aunque dicen que peor es no contarlo, el trago es respetable, amargo y duro.

En estos temas de andar agobiados y con el agua al cuello los españoles nos parecemos mucho (a pesar de las nacionalidades y regiones y de que dicen que nos queremos romper y separar) porque cuando vemos a alguien así, acudimos corriendo enseguida a echarle una mano … al cuello, para que se termine de ahogar. O quizás es que sea algo de la tan socorrida condición humana.

Pero también en cuanto a la pobreza (problema mundial espantoso y horrible) y a las dificultades económicas hay muchas situaciones dispares y contradictorias y no te puedes fiar de las apariencias en ningún sentido. Un día, mi madre, en una excursión que hizo a otra ciudad con sus amigas, dio una limosna a una mujer que, por su actitud y por su aspecto parecía estar pidiendo a la puerta de una cafetería, para que se comprase unas zapatillas nuevas, de cómo tenía las que llevaba puestas. Cuando entró al bar, le dijo un camarero:

-Señora, disculpe que me meta donde no me llaman, pero he visto cómo le daba usted dinero a esa mujer de la puerta y tengo que decirle que esa mujer, que parece una mendiga, es la dueña de todo este bloque, con sus locales y garajes, y un montón de casas y fincas más y tiene dinero para aburrir. Se lo digo para que lo sepa usted y no se llame a engaño por verla así.

En cambio, a ella misma, en los años 50, en el llamado Auxilio Social, institución de caridad de aquel entonces, le negaron ayuda diciendo que no podía ser que fuera pobre porque iba muy limpia. ¡La condición humana esa!

Me había pedido Víctor que le negociara una rebaja en un préstamo que le hizo un patriarca en Orcasitas. Le dije al contacto que necesitaba garantías para moverme por allí y quedaron en recogernos a Emiliano y a mí en las escaleras del ambulatorio.
Cuando llegamos, nos esperaban tres armarios enormes con cara de apache que, al bajarnos del coche, estamparon una pegatina verde fosforito en el parabrisas y nos invitaron con la cabeza a subir al suyo. Parecían tan seguros de sí mismos que ni siquiera nos cachearon. Dimos unas vueltas de despiste y pararon frente a uno de los muchos portales idénticos de uno de los muchos bloques idénticos en el interior del barrio. Subimos una estrecha escalera y entramos en una casa hasta el salón donde había otras tres personas, una de las cuales era el banquero de Víctor, mi cliente y el suyo.
No era un hombre enjuto y cetrino, sino bien metido en carnes, elegante y serio, con el sombrero bien calado, un bastón con mango de plata vieja y un anillo de oro en el anular de la mano derecha con un rubí que parecía un huevo de paloma.

-Aquí estos payos quieren parlamentar, don Manuel – dijo un gorila con voz profunda.
-¿Cuál es su gracia, payo? – me increpó otro guardaespaldas.
-Pues … gracia … no sé … poca – dije confuso.
-¡Le está preguntando su nombre! – dijo otro.
-¡Ah! Martín – contesté.
-¡Hombre, Martín, como mi burro! – dijo uno de los que estaban sentados con el patriarca y se echaron todos a reír de muy buena gana.

Noté que Emiliano se ponía tenso y le hice un gesto, para que se relajara, quitándole importancia.

-No se moleste usté con Basilio, don – me dijo luego el patriarca secándose las lágrimas de la risa con un pañuelo -, no ha querido ofenderle. Era una broma. Tomen asiento … por favor.
-Está bien – asentí y nos sentamos -. Verá usted, vengo en representación de mi cliente, don Víctor Olea … No sé si le recuerda – me interrumpí esperando que me pidiera más detalles, pero me hizo un gesto indicando que estaba al corriente del tema -, para negociar el préstamo que mantiene con usted porque le resulta muy gravoso y se ve … con el agua al cuello.
-¿De qué era la deuda, sabe usté, de juego o de hambre? – preguntó con una voz grave y entonada.
-De juego – le dije.
-Entonces …
-Disculpe usted, don Manuel – le interrumpí, sabiendo que me la jugaba pero sabiendo también que interrumpía una sentencia que sería inapelable una vez pronunciada -. Con el debido respeto, don Manuel, si me permite añadir algo, la deuda es de juego, sí, y es justo que la pague, pero ¿qué pinta ahí un tal Edmundo, o algo así, que se lleva una comisión exagerada? ¿No cree usted que la deuda es sólo con el deudor y ese Edmundo que se meta en sus cosas y no en las de los demás?

Me miró perplejo, como dudando entre romper a reír, de nuevo, delante de mis narices por mi paya ingenuidad o partirme la cara de un bastonazo por mi payo atrevimiento y mi paya insolencia.

-¿El payo Vítor aceptó la “cláusula del fundo”? – le preguntó don Manuel al Basilio, el de la broma del burro.
-No, primo – contestó el Basilio medio muerto de risa.
-No es usted abogado, ¿verdad? – me preguntó don Manuel con la clara intención de llamarme ignorante.
-No.

Hubo un largo silencio durante el cual, don Manuel, me escrutó con una mirada solemne y avezada de jefe piel roja, como si quisiera calibrar mis higadillos y, al cabo de un buen rato, dijo:

-Está bien – cabeceó asintiendo.
-¿Entonces? … - empecé.
-Pero … - me interrumpió levantando una mano – a condición de que si su cliente vuelve a pedirnos algún otro préstamo, se le aplicará el doble de la comisión “Edmundo” esa – remató con sorna y me miró como diciendo: “Te toca”.

Me lo pensé un rato, no mucho, calibrando ante todo la capacidad de Víctor de asumir y cumplir una promesa así y, al cabo, dije:

-Me parece justo, don – le tendí la mano cerrando el trato, nos levantamos y nos fuimos escoltados por los mismos armarios.

Cuando, al día siguiente, vino Víctor a mi despacho y le hice el resumen que me pareció de la reunión con su prestamista, le llamé de todo menos bonito y él con la cabeza gacha, como un niño pillado in fraganti asentía a todo con tal de aguantar aquel chaparrón que se le venía encima esperando a que escampase.

-¡Pero ¿tú eres idiota?! – le dije -. ¡¿Te parece normal pedir prestado dinero para cubrir las deudas de juego a tus deudores?! ¡Tú estás mal de la cabeza, no hay otra explicación posible! ¡Además, ¿cómo te dejaste colar la comisión esa que no es más que una trampa para pardillos?!
-Es que … me amenazaron con una navaja – balbuceó amedrentado.
-¡Pero qué navaja ni qué! … ¡¿Quién te manda meterte en estos berenjenales, capullo?! ¡Si no fuera por tu padre … a buenas horas iba yo a meterme en la boca del lobo para sacarte las castañas del fuego! ¡Y desaparece de mi vista ahora mismo, que ya me estás haciendo hablar en refranero! ¡Por cierto que … dile a tu padre que esta tarde tengo que hablar con él!
-¡Pero, Martín, por Dios!, ¡¿se lo vas a contar todo?! – dijo aterrado.
-¡Pero ¿a quién se le ocurre nada más que a ti?! ¡¿Cómo le voy a contar nada?! Aunque bien mirado es lo que te mereces, por más que te haya prometido mantener el secreto. Pero … ¡ahora que lo dices! ¿y si te chantajeo para que le convenzas de que inyecte capital a la próxima ampliación de la sociedad?
-¡Cuenta con ello, Martín, yo le convenzo! ¡Y muchas gracias!
-¡Anda, anda, desaparece de mi vista y no vuelvas a pecar! ¡Y, sobre todo, no vuelvas a hacer el capullo!

Me quedé pensativo cuando Víctor, el hijo de mi socio, cerró la puerta del despacho porque en verdad el chantaje se me había ocurrido sobre la marcha pero me iba a venir de perlas para salir del apuro. “¡Si es que no hay mal que por bien no venga!”, pensé. Y también pensé: “¡Oh, malditos refranes, si hasta me los digo a mí mismo! ¡Esto empieza a ser preocupante!”.
Luego me entraron remordimientos y estuve tentado de volver a llamar a Víctor para decirle que había sido una broma y que no pensaba utilizar su desliz para salvar el despacho. Pero, en el último segundo, me contuve y lo dejé estar, porque quizás fuese mejor así.

© Javier Auserd.

El trigo crece al sol. La Romántica.

El trigo crece al sol
y creces tu, mi chiquitín amor.
El sol te pintará
y crecerás como una espiga más.

Un gorrión pasará,
te cortará y te llevará con él
y luego entre los dos
un nido haréis, mi chiquitín amor.

Luna Faraco.

http://es.wikipedia.org/wiki/Virgen_de_la_leche

A las 6 de la mañana.

Aventuras Caseras Asociadas, presenta: Cap. VIII.

Uno.
Con las prisas, no me dio tiempo de preguntar a aquellos “caballeros” las preguntas que habíamos ido a hacer: “¿Había muerto Anselmo de muerte natural (obviando la pestilencia del agua y sus infecciones asociadas) o le había empujado alguien?”, “¿Frecuentaba el grupo o pertenecía a él otro Alien, éste otro con hache?”, “¿Tenían ellos algo que ver en la muerte de Anselmo?”, “¿Sabían dónde andaba Halien?”, “¿Hay vida después de la muerte?”. Era una pena no tener ahora unas valiosas respuestas (que, por otro lado tampoco creo que nos hubieran dado), pero por lo menos salimos vivos de aquella.
Callejeamos un rato, después de correr bastante, y terminamos en una chocolatería cerca de Tirso de Molina frente a una buena taza de café con porras y una copa de anís que nos hizo tiritar de frío por dentro para contrarrestar el sofoco de la carrera. Entonces, para retrasar el análisis del lance, nada halagüeño por cierto, me contó Lazo, a traición, su curriculum (menos halagüeño todavía) de una familia desestructurada (ese palabro lo aprendió en un curso de los Fondos europeos al que le obligaron a ir los del paro) donde le pegaban sus padres alcohólicos y él se escapaba con sus amigos drogotas y manguis y que por eso se metió en la mala vida y ahora es un camello de tres al cuarto (aunque, mal mirado, no le va tan mal, no te creas) y que si él no vende a los niños y que si patatín y que si patatán … lo típico.
Procuro no juzgar a nadie, aunque quizás ante determinadas situaciones debería hacerlo, porque no se puede atravesar la vida templando gaitas. Pero la famosa piedra de Jesucristo causa estragos, además de resultar muy cómoda y manejable, por más que probablemente su sentido original fuera otro. De modo que, hice que me tragaba la película de Lazo junto con las porras, el café calentito y el anís frío y luego, cada mochuelo se fue a su olivo. El mío estaba vacío y triste, fané y descangallado.

Dos.
Luego de dos cabezadas mal dadas, llamé a Charli, que me había dejado un mensaje en el contestador, y le prometí volver a ocuparme de Ludecio que volvía a molestarle. Llamé a Chus, que me había dejado otro mensaje, porque su novia le amenazaba con volver con Vladimir y quería que la siguiera. Después de un corte de mangas mental dedicado a Chus, hice otras cuatro o cinco llamadas de trabajo y, cuando estaba marcando otra llamada, me llamó el comisario Ortega para que me acercara ya mismo al número 3 de Lope de Vega, aquí al lado, donde me tenía reservada una sorpresa. Me puse de los nervios, porque si las sorpresas de Miranda eran de in extremis, las de Ortega eran de in articulo mortis y tenía yo un cuerpo serrano ...

Me crucé con Lucía, de la científica, que iba, pálida, a dejar el maletín en la furgoneta.

-¿Qué tal, Luci? – le dije.
-Pues … bien. Yo ya me voy a vomitar a otra parte.
-Siempre estás igual – le dije.
-Sí, sí … Esta vez vete preparando.
-¿Por?
-Ya lo verás. ¡Chao!
-¡Qué exagerada eres!
-Ya, ya. Entra, entra.

Levanté la banda de plástico y entré al portal. Aparentemente estaba todo tranquilo. Yo, que temía encontrarme la típica y desagradable escena de algún cuerpo despanzurrado contra el suelo, me quedé parado bajo el tragaluz, mirando a todas partes … menos arriba, y tratando de evitar un charco de agua sucia que había en el centro, cuando noté que me caía una gota en el pelo y oía la voz de Ortega que me llamaba. “¡Qué raro! – pensé – si no está lloviendo. Habrá goteras”.

-¡Sube, sube, Martín. Aquí, en el tercero! Sube, anda, y quítate de ahí que te vas a poner perdido.

Al mirar arriba, sólo se notaba un bulto que no se distinguía bien lo que era, pero cuando llegué al tercero hubiera dado cualquier cosa por no distinguirlo.

-¿Qué es eso? – le dije a Ortega.
-¿Eso? … Eso es un viejo conocido tuyo.
-¡No jo … robes!
-¡Sin jorobar! Y límpiate la frente y la mano, que te vas a manchar todo.
-¡Pero si es! … ¡¿cuándo me he hecho yo una herida?!
-No es tuya es de …
-A ver … ¡No! ¡No es posible!
-Y tan posible, Martín, y tan posible. Nos lo venías diciendo hacía mucho y no te creíamos, hasta que anoche … Bueno, esta mañana.
-¿A qué hora? – pregunté con un hilo de voz, mientras me limpiaba la mano y la frente.
-Creemos que fue sobre las seis. Estamos interrogando a la chica. Y menos mal que no le abrió, que si no había ido ella por delante y ... Tranquilo, Martín, tranquilo. Ahí hay bolsas.

Cogí una, me aparté de Ortega y de los policías que terminaban de sacar fotos desde distintos ángulos y empezaban a bajar para que subieran los que iban a descolgar el cuerpo sin vida del muchacho, y luego se me calmó el estómago y me limpié el sudor que me bajaba por el cuello hacia la espalda.
Subieron una camilla dos tíos cachas, envolvieron el cuerpo colgante con una red, lo subieron, desataron la camisa con la que se había ahorcado, metieron todo en una bolsa (genitales y navaja barbera incluidas), la aseguraron a la camilla y la bajaron en posición casi vertical con las patas plegadas para que no les estorbaran.

Tres.
No estaba yo para juergas, pero por la noche tuve que quedar con la amiga de una prima de Halien en una discoteca donde trabajaba de go-go. Terminó su número y volvió al camerino donde me había dicho que la esperara.

-Sí, tiene unos tíos en un caserío … por Álava, creo.
-Hm, hm.
-Yo soy de Bilbao.
-Ah.
-Del mismo Bilbao, ¿eh? De Abando.
-¡Oh!
-Sí, sí. No te vayas a creer, ¿eh?
-Ya, ya. Y … oye, tú conocías mucho a José Miguel, ¿verdad?
-¡¿Cómo?!
-¡Que si conocías a José!
-Fui su novia unos meses – me dijo mientras se terminaba de secar la cara y se ponía los vaqueros – Cuando llegó aquí no conocía a nadie y yo era amiga de una de sus primas de … Basurto. Pero era un poco raro, ¿sabes?
-¡No me digas! …
-Se ponía nervioso, de golpe, y salía corriendo. Un poco raro era, sí.
-Y luego ¿os visteis mucho?
-¡¿Cómo?!
-¡Que si! …
-¡Es que, con la música de ahí arriba a todo trapo no te oigo! ¡Bueno, te oigo, pero no te entiendo! ¡Espera, que termino de cambiarme y voy más cerca!

En las paredes grasientas de aquel antro las chicas habían puesto una nota de color colgando carteles de tíos buenos en pelotas. También rociaban insecticida comprado de su bolsillo todo lo que podían por todos los rincones.

-¡Ya estoy aquí! Ya estoy aquí.
-Conozco un sitio más … tranquilo, donde no tendremos que gritar, ¿vienes? – le dije.
-Vale – me contestó encogiéndose de hombros.

Salimos del antro y caminamos un rato en silencio por las calles recién regadas y llenas de borrachos y de chulos. Aunque me caía de sueño, me fijé en que sin maquillaje no era tan fea y no daba el cante como cuando trabajaba “go-goando”.

-Escucha, …
-Cyndi – dijo una vez sentados más tranquilos en Sésamo donde, encima, esa noche no había pianista.
-Escucha Cyndi, José Miguel ha muerto.
-Ya. Me lo has dicho tú antes de mi actuación.
-Y … ¿no te da pena?
-Hombre, pena, pena … claro que me da … pena. Pero mira …
-Martín.
-Mira, Martín, ¿para qué nos vamos a engañar? Ese chico no estaba muy bien que digamos, ¿no te parece? Y … ¿cómo ha muerto?, ¿en un accidente?
-Eee … Sí. Sí. Un accidente … de moto.
-Ya. ¿Pero si le daban pánico las motos?
-Pues ya ves … Precisamente.
-Mira …
-Martín
-… Martín. Yo no sé en qué líos andaba metido últimamente Joseba, sólo sé que siempre ha estado como una cabra y los últimos amigos que tenía del juego ese de los cojones no le venían muy bien que digamos. Encima se había enamoriscado de una antigua yonki que le ponía como una moto para nada, ¿me entiendes? Yo trabajo donde trabajo, pero locuras las justas, ¿sabes? Yo soy muy clarita y a mí las bobadas de Joseba y sus compañías no me gustaban un pimiento. Yo creo que mejor morir que perder la vida, no sé si me entiendes, quiero decir que la muerte te llegue cuando te tenga que llegar, pero eso de andarla buscando ... no me gusta, ¿sabes?
-Te entiendo … Cyndi. Te entiendo.
-Pues eso.

La dejé en la puerta del piso donde vivía con unas amigas. Al día siguiente tenía que ir a una entrevista de trabajo y no podía entretenerse más y a mí, que me caía a cachos, me vino de maravilla. Quedamos en vernos otra noche de estas.

Cuatro.
Una vez me dijo una bruja de feria en la verbena del barrio, “Adivina, madame Eiffel” ponía en el cartel de la entrada, a la vista de mi mano derecha:

-No te suicides nunca, hijo mío, porque volverás una y otra vez a este mundo en condiciones cada vez más miserables. Es mejor que aguantes hasta el final. Ya te llegará, no tengas prisa. Por dura que sea una vida, el castigo reservado a los suicidas es infinitamente peor, recuérdalo siempre.

Me dejó bastante preocupado porque lo que me dijo no me auguraba un futuro precisamente brillante, pero yo le hago caso en todas las circunstancias, aunque caigan chuzos de punta y me den todos de lleno, por si las reencarnaciones esas, que no me gustan nada y que, incluso conceptualmente, me parecen de lo más atroz e injusto que hay en el panorama filosófico universal.

Según una creencia zuambé, el demonio encargado entra sobre las 5 de la mañana en la choza, habla con el humano, previamente elegido y machacado a adversidades por los espíritus, y, si le convence, cuando canta el gallo, se lleva su aliento por la ventana y deja el cuerpo tirado en este mundo para que se lo coman los insectos.

El suicidio es una terrible y triste lacra social en la que, además de la depresión, la demencia, la esquizofrenia, el alcohol, las drogas, la soledad no buscada, la incomunicación … juegan un espantoso y macabro papel que hay que tratar psiquiátricamente. Alrededor de las 6 de la mañana, hora local, suceden la inmensa mayoría de los suicidios.

Que nadie se vea nunca en el escenario de ese infierno.

© Javier Auserd.

Teach your children. Crosby,Stills&Nash.

You who are on the road
Must have a code that you can live by
And so become yourself
Because the past is just a good bye.

Teach your children well,
Their father’s hell did slowly go by,
And feed them on your dreams
The one they picked, the one you’ll know by.

Don’t you ever ask them why, if they told you, you would cry,
So just look at them and sigh and know they love you.

And you, of tender years,
Can’t know the fears that your elders grew by,
And so please help them with your youth,
They seek the truth before they can die.

Teach your parents well,
Their children’s hell will slowly go by,
And feed them on your dreams
The one they picked, the one you’ll know by.

Don’t you ever ask them why, if they told you, you would cry,
So just look at them and sigh and know they love you.

c) by Graham Nash.

José Pulido.

José Pulido.

ADIVINANZA
Desde el principio, antes que el mal
sembrase la muerte en las manzanas,
yo fui un Leviatán marino
y un ciervo de siete astas,
un halcón sobre la presa
y en el combate una lanza.
Soy el disperso corazón del humo,
el audaz mensajero de la llama,
el viento que se cierne sobre el mar,
el deseo de ceremonias largas.
Soy un bosque de poesía,
conozco bien la entrada
al dolmen del misterio.
Yo invoqué a Dios en la montaña
de la Ley,
soy el mago al que atrapan
los engranajes del Golem,
quien se embriaga
con el licor de los sentidos y
funda su salvación en las palabras.


(Pinocho a HAL 9000)

Cuando rompes los hilos y abres
tus ojos a la rebeldía,
empiezan el conocimiento
y su dolor, la lucidez
por la que es preciso aventurarse,
pues solo ante la muerte la verdad
del cuento se manifiesta.
Afírmate en una candorosa batalla
envenenada de derrota,
busca tu corazón, márcalo a fuego,
sublévate al borde de la nada,
artilugio, criatura inquietante
que a su creador desafía.
Sea tu mirada el auténtico prodigio,
el ojo sorprendido, irreverente,
que mira el arco iris
en una pompa de jabón y allí refleja
las más hermosas pesadillas.

 

GRIAL

“allí quedó dormido”
San Juan de la Cruz.

Tras despedir a su cliente la niña prostituta se ha dormido en el mismo coche abandonado donde antes tasaron el amor.

Cubierta por su trenzado cabello y un manto de fatiga que bordaron su viaje de mercancía en las sentinas, su memoria de res vendida,  marcada con todas las figuras de la ofensa.

Suya es la verdad de los condenados a huir, los que se saben siempre extraños, al otro lado de todas las fronteras.

Gacela en fuga entre esqueletos de coches calcinados, por espesuras donde florecen jeringuillas usadas, las esfinges del placer más temido,

serpiente de dulzura enervante que esclaviza nuestros sueños y entierra semillas de locura en la memoria de la piel.

Grial, cáliz tallado en el cristal más puro de la entrega. Piedra caída desde el cielo de tus ojos, estrella polar que conmueve al abismo en que se mira.

Por sus bordes de luna se derraman entrelazadas sangres de una planetaria vid, un licor de océanos, una lágrima perfecta de dolor.

En su flor deshojada la muerte solo fue un sueño de ceniza, el hogar donde arden incesantes las pasiones, el deleite de la transformación.

Sea ofrenda el silencio si alguien observa en su reposo, aunque ignore la causa de este oscuro fervor, a la niña que duerme vencida de cansancio.

Ángel amante después de la caída.

© José Pulido Navas

Admiro a los poetas porque son artesanos del lenguaje, alfareros de palabras, que moldean con arte. José Pulido (Pepe) es otro de los poetas que me gustan porque juegan con ellas con todo respeto y maestría.
Estos tres poemas que nos regala son de su última obra publicada, Movimiento circular, que fue ganadora en 2.005 del XXXI Premio Nacional de Poesía "Rafael Morales" de Talavera de la Reina.
Es, además, también autor de "Donde se escribe el silencio", "Viejos rituales", "La ciudad y la reina", y "El corazón disperso".

Referentes.

Referentes.

Che Guevara de Andy Warhol

No cabe duda que cada generación tiene sus referentes, que suelen ser distintos, aunque cíclicamente, algunos vuelvan. Así, nunca hubiera creído en mis tiempos mozos (entonces ni siquiera se utilizaba el término “adolescencia” y por eso se atravesaba esa etapa “a pelo”) que una chica pudiera tener los ojos del color de la Coca-cola, como canta Fito, joven compositor cuarentañero alternativo que está empezando a tener mucho éxito (será también que ahora se llega más tarde que Pablito Calvo y Joselito), nada sospechoso en la actualidad de ser más especialmente proyanqui que Juanes o Calamaro, por ejemplo.

(…)
No quiero estrella errante,
no quiero ver la aurora,
quiero mirar tus ojos del color de la Coca-cola.
(…)
(Por la boca vive el pez. Fito & Fitipaldis).

 

 

Ya os digo. Son referentes.
¡Quién le iba a decir al "Che" que su imagen se convertiría en uno de los iconos capitalistas y comerciales más utilizados, vendidos y rentables del momento!
Otro referente es que ahora, entre la pre, la plena, la post adolescencia, los precios de los pisos (que estarán en crisis, pero aún no bajan a nuestro nivel adquisitivo), la paciencia de los padres y tal y cual, los jóvenes se plantan tan panchos en los cuarenta y tantos tan contentos, como si nada o, mejor dicho, como si fueran bebés en deberes y plenamente adultos y responsables en derechos.
No es que yo me queje. Me parece bien. Al que le valga, que se aproveche, hace bien. A nosotros no nos valió y menos aún a nuestros padres, pues a aguantarse tocan. Y que conste que no tengo nada contra los jóvenes (incluidos los “maduritos”), sólo señalo algunas contradicciones y algunos “referentes”. A mí, por ejemplo me gusta esta canción de Fito y los Fitipaldis y otras similares, creo que tienen ritmo, son pegadizas y dicen con libertad y con clase lo que les parece, que ya es importante y no es poco.
Pero, aunque me hace gracia lo de los ojos del color de la Coca-cola, espero, sinceramente, que no cunda el ejemplo entre nuestros “jóvenes” compositores y busquen otros referentes más poéticos porque no quiero ni pensar en lo que podrían desembocar las letras de las canciones de amor/desamor (o de lo que sea), si cundiera y que igual se plasmaban en algo parecido a esto:

Tu pelo color de Visa
y tu piel de tacto Fanta,
en mis ojos se atragantan
y me hielan la sonrisa.
Tu Ferrari delantera,
tus pies de General Motors
disimulan bien el botox.
Con Adidas, primavera.

Y así sucesivamente.
¡Menos mal que a mí me quedan dos Aspirinas (“C efervescente”)!

Javier Auserd.

Cajitas. Reynolds / Adolfo Celdrán, 1.969.

Cajitas en la colina
cajitas de tiki - tak
son cajitas, pequeñitas,
cajitas todas igual.

Las hay blancas, las hay verdes,
y una de color azul.
Todas son de tiki -taka
igualitas todas son.

La gente que vive en ellas
fue toda a la Universidad.
Los metieron en cajitas,
salieron todos igual.

Empresarios, abogados,
médicos y economistas hay.
Todos son de tiki - taka
igualitos todos son.

Los domingos van al fútbol
y beben Martini-dry
Tienen hijos que son majos
y también estudiarán.

Cuando el preu hayan pasado
irán a la Universidad,
donde los pondrán en cajas
y saldrán todos igual.

Los chicos van al negocio,
se casan, tienen bebes,
en cajas, pequeñas cajas,
cajitas todas igual.

Las hay blancas, las hay verdes,
y una de color azul.
Todas son de tiki - taka
igualitas todas son.

Esta es una de mis canciones favoritas, quizá la que más, y la recuerdo con un cariño muy especial porque era la primera que solía cantar a mis niños cuando eran pequeños y yo aún tenía un humor blanco y más paciencia para aporrear la guitarra de mala manera y disfrutar con sus sonrisas.
Es la versión en castellano que hizo Adolfo Celdrán del tema Little Boxes que compuso en 1.963 Malvina Reynolds interpretada nada menos que por Pete Seeger.
Adolfo Celdrán es uno de los cantautores y adaptadores de poemas más importantes que tenemos en España. Fundó en 1.967 en Madrid con Elisa Serna, Julia León y otros el grupo de música popular "Canción del Pueblo" y ha seguido y sigue cantando y haciendo muchas cosas cultural y vitalmente interesantes. Es un verdadero mito viviente y si lo llegan a pillar los franceses o los yankis estaría ahora mismo donde se merece, pero, como ya dijo Luis Cernuda parafraseando a Larra:

Escribir en España no es llorar, es morir,
porque muere la inspiración envuelta en humo,
cuando no va su llama libre en pos del aire.

Se puede sustituir "escribir" por "interpretar", "cantar", "crear", "decir verdades como puños" ... y queda igual. En fin, gracias, Adolfo, por seguir siendo tan valiente.

Estamos trabajando en ello.

Aventuras Caseras Asociadas, presenta: Cap. VII.

Cada vez que un cliente me pregunta cómo va su caso, no puedo evitar acordarme de la mítica y humorística frase de un ex presidente que ha pasado a la historia por impulsar guerras ajenas nada humorísticas que todavía colean y siguen provocando muertes de civiles indefensos.
Pero los seres humanos somos así: graciosos y ligeros sobre aspectos dramáticos que afectan a otros y no parece haber nada más cómico que las caídas y porrazos que se pegan, o les pegan, a los demás. Eso se suele considerar parte de la “condición humana”, que es una especie de cajón de sastre donde se meten todas nuestras reacciones más contradictorias, inexplicables, oscuras y absurdas. De todos modos, la vida misma parece ser una tragicomedia constante e incomprensible donde se suceden las mayores atrocidades y desgracias de unos entre las risas de los contrarios y viceversa.

-Estamos trabajando en ello … - le dije, con acento tejano, a doña Rosa, que, por fortuna, no cogió la broma y, por tanto, no me cruzó la cara con una bofetada ni me sacudió un bolsazo de los suyos.
-Ah, bien. Pues sigan, sigan, a ver si terminan de encontrar a mi perrito, que ya van dos días y no me hago sin él.
-Tranquila, doña Rosa, es cuestión de tiempo. Vaya usted tranquila.
-¡Tranquila, tranquila! ¡De tranquila nada! ¡A ver si me lo encuentran de una vez, hombre, ya! – se fue rezongando, mientras yo lamentaba mi santa manía al abuso de frases hechas.

Psikys3.0 es uno de tantos bonitos y educativos juegos on line en los que un solo psicópata, o un equipo de ellos, escoge una víctima al azar, planifica su muerte, la mata de diversas modalidades predeterminadas y se deshace de su cuerpo quemándolo, descuartizándolo o tirándolo al río más cercano. A todos nos suena algún caso real en el que ha sucedido, a pesar de que los expertos nos recuerden, cada vez que sucede, que esos juegos de rol no son peligrosos ni contraproducentes para nuestros  jóvenes y que lo inadecuado (aunque no aclaran que “para la economía de esa industria”) sería dejar de comprarlos o de ver películas violentas o series de televisión porque la violencia está en la sociedad y no en los videojuegos y que no son más peligrosos que los antiguos e inocentes billares. Si los narcotraficantes se consideran expendedores de medicamentos, los asesinos a sueldo soldados privados y así sucesivamente, ¿qué impide utilizar eufemismos para todo?
A pesar de las bondades de estos inventos, no podía dejar de temer que el reciente caso del marido de Luisa, la señora de la limpieza del edificio del despacho, encontrado ahogado en el Manzanares al que Miranda le había quitado toda importancia, tuviera alguna relación con algo semejante y en particular con la referencia de Halien, en su último correo, a ese juego concreto. Pero, como casi siempre, no tenía ni idea de cómo ni por dónde empezar a atar cabos.

Hablé con la mujer de Anselmo, que era como se llamaba el muerto y, como me imaginaba, me respondió asustada con evasivas y vaguedades incongruentes dignas de una mejor y utópica investigación psicosocial adecuada. Así es que hablé con un amigo de Cheroky, también capo del barrio, que lleva los temas “antidepresivos”, o sea, ansiolíticos y opiáceos. Hablaba tan deprisa que tartamudeaba y era difícil seguirle. Al principio me contó una historia tan alucinante que yo sólo podía situarla vagamente en escenas de LSD de la película Apocalypse Now, pero luego, poco a poco, se fue calmando y concretó con mayor coherencia su relato. Me pareció entender que había una especie de secta o equipo de juego entorno a “Psikys” que se reunía en un tugurio de mala muerte cerca del Manzanares donde jugaban, como quien juega al mus, mientras se drogaban con alcohol, hachis, marihuana, opio, crack o lo que se terciara. Entre este grupo y entre el resto de habituales del antro que se ocupaban en otros diversos tipos de distracciones y entretenimientos eran muy frecuentes las peleas y las puñaladas traperas por las bobadas más chorras, cuando los consumidores adquirían un grado de desmesura y pérdida de consciencia suficientes. Aunque no me apetecía lo más mínimo, quedé con él en ir por allí una noche a cambio de darle dinero y, como es lógico, iría vestido para la ocasión para no desentonar a las primeras de cambio.

Hacía fresco aquella madrugada y, antes de salir, me puse un trescuartos viejo por encima. Lazo, el amigo de Cheroky, acudió razonablemente pronto y, atravesando la plaza de la Cebada, bajamos por la calle Segovia y, al llegar al parque de Atenas, nos perdimos por las calles cercanas al Manzanares, donde está el garito. Cuando entramos, aquello me recordó una tétrica taberna portuaria de los muelles de Nápoles en los años 50, sucia, oscura y maloliente. Nos acodamos en la barra para echar un primer vistazo, Lazo pidió un ron cubano y yo otro. El humo del tabaco se mezclaba con el resto de los humos de todas las substancias que por allí circulaban y se pegaban a la traquea como una garra estranguladora que sólo se aliviaba algo mediante los sorbos del brebaje infame al que se atrevían a llamar ron y como tal cobraban. Tapándome la nariz con asco mal disimulado y un pañuelo, recorrimos los negros pasillos, tropezando con bultos tirados en el suelo, deteniéndonos en las puertas abiertas y en las puertas cerradas y en las entornadas y desembocamos en un patio al aire libre donde no olía mejor a pesar de que se advertía la silueta de un árbol, que cuando estuvo vivo pudo haber sido una higuera, pero que ahora hacía las funciones de vertedero de inmundicias. Nos internamos por otro pasillo menos oscuro y en el primer cuarto vimos a unos diez individuos jugando a la ruleta rusa con lo que me pareció un revólver Nagant con silenciador. En otro cuarto se oía música de strip-tease y en otro, a través de la puerta entreabierta se veía a cuatro o cinco con portátiles. Toqué levemente la puerta que chirrió con estruendo y una voz chillona dijo:

-¡Venga Alien, ya está bien, ni que te hubieras ido a Jamaica a por las birras, joder!

Me quedé petrificado, sin saber qué hacer ni qué decir. Por otro lado, pensé de golpe, puede haber sólo unos setecientos mil Halien o Alien en la Red. El primero en reaccionar fue Lazo que, habló con cautela al tiempo que se metió muy despacio en la boca del lobo:

-No soy Alien. No soy Alien. Pero soy un amigo.
-¡¿Un amigo … de quién?! – dijo uno de ellos, dando un salto hacia atrás, que casi tira la mesa con los portátiles al suelo, y empuñando una pistola.
-De Anselmo – dije yo, entrando detrás de Lazo usándole casi como escudo y tanteando el Magnum345 en el bolsillo del viejo tabardo.
-¡¿Anselmo?! – grito otro – ¡Estos son maderos, Clavo, maderos! ¡Anselmo no usaba su nombre verdadero en el juego!
-Tranquilos, tranquilos – dije yo y volví a provocar el mismo efecto contrario que con doña Rosa la otra mañana.
-¡¿Qué queréis?! ¡Y ¿quiénes sois?! – Nos dijo el de la pistola apuntándonos a la cabeza y cerrando la puerta.
-No somos maderos. No pasa nada. Soy … un amigo de su mujer y solo vengo a hablar.
-¡¿A hablar?! ¡¿De qué?! ¡¿De qué mujer?! ¡¿De quién eres mujer, digo … de la mujer de quién eres … amigo?!
-No pasa nada. No pasa nada. Baja la pistola, por favor. Mira, nos sentamos. Hemos venido a hablar, ¿vale? ¿Me dejas hablar … explicarte? – dije mientras me sentaba yo y sentaba a Lazo que estaba más nervioso que yo -. Escucha – le dije al de la pistola – baja la pistola, por favor y … charlamos, ¿vale? -. Mira, te explico: soy amigo de la mujer de Anselmo el que ha aparecido en el río el otro día. No sé cómo se llama en el juego ni me importa. Le prometí que vendría a hablar con vosotros, sólo vengo … venimos a hablar … de buen rollo y luego … nos vamos.
-¿Le prometiste? – dijo otro de los que allí estaban, joven y mugriento, con el pelo pegado a la cara - ¿A ese tal … Anselmo?
-No, no – me apresuré a corregir – A su mujer. A su mujer. Está muy preocupada por entender … algo de lo que … ha pasado.
-Nosotros no sabemos nada – dijo un tercero, de mediana edad, tan desaliñado como el resto.
-Ya lo sé. Ya sé que vosotros no tenéis nada que ver con lo de … Anselmo, pero …
-¿Y si no eres madero, por qué quieres saber? – dijo el de la pistola que no me había  hecho caso y nos seguía apuntando con ella, aunque me fijé que le temblaba mucho el pulso y tenía puesto el seguro.
-Ya te he dicho que su mujer …
-¡Déjate de su mujer ni hostias! – empezó a alterarse.
-Escucha, soy primo de … ella y soy … detective.
-¡¿Lo veis?! ¡¿Lo veis?! ¡Cómo sabía yo que eran maderos! ¡Cómo lo sabía! ¡Yo … yo me los …! – chilló el de la pistola, cada vez más nervioso.
-¡Cállate ya, Clavo, joder! ¡Y baja esa … mierda! – dijo un cuarto tipo, más bien cuarentón y menos pringoso que el resto, saliendo de las sombras de una esquina de la habitación – Escucha … - empezó a decirme.
-Balboa – le dije.
-Escucha, Balboa – me dijo esbozando una media sonrisa socarrona -. No eres policía, vale. Pero ¿por qué quieres ayudar a tu … prima a averiguar qué le pasó a su marido? Además, ¿qué más da qué le pasara? Está muerto, ¿no? Todos lo sentimos mucho, ¿ok? Este es un juego … inocente, como otro cualquiera, aunque no esté muy bien visto y el antro no sea de lo mejorcito que digamos, pero … dejemos en paz a los muertos, ¿no te parece?, que bastante tenemos encima los vivos. Que la policía se ocupe de esos temas … O los médicos, o los …

En ese momento, la puerta empezó a abrirse y una voz alegre y despreocupada, casi cantarina voceó:

-¡Ya estoy aquí con las birras! – al tiempo que un joven entraba de espaldas para poder sujetar varias botellas de cerveza de traía apoyadas contra el pecho.

Estuve a punto de dar un bote en la silla esperando ver al Halien de mis dolores de cabeza entrar por aquella puerta cargado de cervezas y tener que detenerle acusado del asesinato de Anselmo García, su compañero de “Psikys”, el marido de mi “prima” Luisa, la señora de la limpieza del edificio de despachos de la plaza de Tirso de Molina.

Años más tarde, cuando al fin me dio el infarto laboriosamente gestado y ganado tan a pulso en esta y otras muchas aventurillas, recordé, con una sonrisa, aquella madrugada fría, que estoy contando, en la que el pobre Lazo y yo estuvimos en un tris de terminar en las terribles aguas color chocolate del Manzanares como Anselmo, el marido de mi “prima” Luisa o como algunos otros, que ya contaré, si salgo de ésta, como salimos de aquella, porque el muchacho que se volvió tan deprisa como le permitían las diez birras que traía amorosamente abrazadas contra la sucia cazadora color caqui oscuro … no era José Miguel U.V., alias Halien, sino otro chaval enganchado a la adicción de turno, alias Alien, al que casi se le caen todas las botellas contra el suelo al ver una escena en la que su amigo Fulanito de Tal, alias Clavo, apuntaba con un pistolón, más aparatoso que efectivo, a dos tipos desconocidos, uno de los cuales le miraba con una mezcla indefinible entre el susto y el alivio y luego vio cómo se despedían y pasaban a su lado y salían pitando de allí antes de que su amigo Clavo se diera cuenta de que tenía puesto el seguro de aquel mamotreto de museo, y lo quitara.

-¡¿Qué tal, doña Rosa?! No se preocupe, que seguimos trabajando en ello.
-¡Pero serás …! ¡Si hace tres días que apareció ya mi Cuqui … él solito! ¡Tres días! … ¡Y no te voy a dar ni un huero, para que aprendas! ¡Mamarracho!
-¡Bueno, mujer, no se altere, que le va a dar algo! ¡Ah, qué vida esta!

© Javier Auserd.

Luz y armonía. José Nieto.

Luz y armonía. José Nieto.

http://www.basecine.net/peli.php?id=1157

 

Me gusta mucho este tema, que forma parte de la banda sonora original de la película El rey pasmado. No he conseguido la letra porque hay algunas palabras sueltas que no entiendo bien, pero en cuanto lo consiga, la pongo.

Chubascos por el norte.

Chubascos por el norte.

© J. Whatmore
http://ctxarly.blogspot.com/2007_11_18_archive.html


Aventuras Caseras Asociadas (A.C.ASO.), presenta: Cap. VI.


A mí me gustaba mucho la lluvia, cuando llovía, a pesar de lo molesta que resultaba en las grandes ciudades y para el tráfico rodado y para la ropa tendida y los reumas, pero a mi me gustaba, la verdad, sentir la humedad relativa del aire, la frescura de su tacto en la cara, la sensación de respirar bien y de avanzar por un aire casi líquido … ¡Ah, qué tiempos aquellos! Y eso que, en mi oficio, el llamado mal tiempo es fatal.
Y, sin embargo, aunque ya no llueve como antes, de golpe y porrazo, entran chubascos por el norte y llega hasta aquí un temporal express que, mientras que antes duraba semanas, por lo menos una, ahora dura media hora y listo el bote. Menos da una piedra, pero yo creo que si los dioses no se hubieran vuelto tan democráticos y condescendientes con respecto a las oraciones mayoritarias de “buen tiempo” no tendríamos esta pertinaz sequía que ya les importa un pimiento hasta a los hombres del campo porque, con los hogares del jubilado y las excursiones a Torrevieja, Benidorm y termales, ya no siembran ni patatas para entretenerse en el jardincito de su adosado.

El caso es que me llamó Miranda para que me pasara por el depósito a ver un cuerpo que acababan de sacar del Manzanares (iba a decir del “río”) porque podía tener relación con alguno de mis asuntos. Entré, como siempre, por la puerta lateral, que da más directamente al cuarto de neveras y me encontré con Mira y su ayudante en el pasillo. Era una chica nueva (la ayudante) y se la veía nerviosa por tratar de caer bien a su jefe, lo que es normal con la que está cayendo en el mercado de trabajo en general. Le traía un café de la máquina y, aunque se estaba abrasando los dedos, aguantaba el tipo con heroísmo, movía el brebaje con el palito de plástico y le advertía que tuviera cuidado porque quemaba. Mira (Miranda), que sigue siendo un gilipollas, no le hizo caso, se quemó y tiró el vaso al suelo en medio de todo tipo de imprecaciones. La chica pidió disculpas, recogió el vaso y el palito y los echó a la papelera. Yo, conociendo a Miranda, me callé para no perjudicar a la muchacha. Entramos a las neveras, el funcionario abrió una al gesto del comisario y levantó la sábana. Era un hombre blanco de cincuenta y tantos, calvo y no me sonaba de nada.

-¿Estaba desnudo? – pregunté.
-Sí, completamente – dijo Miranda.
-Tal cual – añadió, con una vocecita, su joven ayudante.
-¿Y ese tatuaje? – pregunté.
-Puede ser de la mili – dijo Miranda.
-Es de un videojuego - dijo, con una vocecita, su joven ayudante.
-¡¿Qué?! – chilló Miranda.
-¿Reciente? – pregunté.
-¿El tatuaje? Aún no se sabe – dijo Miranda.
-El videojuego – aclaré, mirando a la chica.
-Tres años – dijo la joven policía.
-Entonces, no es de la mili – comenté, mientras Miranda me fulminaba con la mirada.
-Entonces, no le conocías – dijo Miranda, furioso.
-No. Pero me gustaría ver sus cosas: anillos, cadenas, pañuelo … Ya sabes – dije.
-No llevaba nada de nada – contestó la ayudante de Miranda.
-Pues entonces … - concluyó Miranda mientras se volvía hacia la salida.
-Un segundo, Miranda, … por favor, déjame ver una cosa – dije.

Di la vuelta al soporte, examiné también el brazo derecho del cadáver y pregunté a Silvia, que es como se llama la chica:

-¿Sabes si el videojuego ese, está comercializado en España?
-No. Ese videojuego no está comercializado. Es on line – dijo Silvia.
-Pues este hombre es … era español.
-¡No me digas!, ¡qué gran descubrimiento! – dijo Miranda.
-Hombre, podía ser inglés, alemán … ruso. Suele ser útil para saber por dónde empezar – dije.
-No hay nada por dónde empezar, ni por dónde seguir – dijo Miranda de forma brusca y desabrida – No hay caso. Se cayó al agua y se ahogó. Punto. Además, ¿cómo sabes que es español?
-Por la marca de la vacuna en el brazo derecho. Pero, ¿cómo que no hay caso?, ¿ya hay informe forense?, ¿sabes si ha sido estrangulado o golpeado antes de caer al agua o hay lesiones internas? … ¿o algo? – dije.
-No he leído nada ni creo que le hayan examinado los forenses – dijo Miranda, mirando al, hasta entonces, callado funcionario.
-No le han examinado todavía – dijo el funcionario.
-¡Un momento! – dije – Entonces … ¿por qué me habéis llamado a mí?
-Porque sabemos quién es – dijo Miranda, hurtándome la mirada.
-¿Y por qué no me lo has dicho antes?
-Es el marido de la mujer de la limpieza del edificio donde está tu despacho – dijo Miranda haciendo un gesto al funcionario para que cerrara el cajón.
-¡Me cago en …! ¡¿A qué ha venido toda esta … comedia … macabra?! – grité a Miranda.
-Vamos a tomar un café – dijo Miranda, saliendo a grandes zancadas, seguido de Silvia.

Delante de un carajillo, Miranda de un copazo de coñac y Silvia de una botellita de agua mineral, esperé a que a Miranda le diera la gana explicarme aquello, aunque no hiciera falta porque estaba bastante claro.

-Confieso que era para ver cómo reaccionabas. Por eso no hay caso – dijo, al fin.

Me aguanté, con mucho esfuerzo, las ganas de darle dos … bofetadas y mandarle a hacer puñetas que me salían en forma de humo por las orejas y traté de averiguar algo más.

-Pero, ¿por qué yo? – dije, aparentemente calmado.
-Porque tu despacho está allí – dijo, encogiéndose de hombros.
-Y, ¿cómo sabéis que es el marido de la mujer de la limpieza, si dices que apareció desnudo y, por tanto, sin documentación? – pregunté.
-Por casualidad. La mujer denunció su desaparición y cuando apareció este cuerpo, la llamamos y lo identificó – dijo Miranda.
-¿Y el tatuaje? – pregunté.
-No tiene importancia – contestó Miranda.
-Pero … pudo ser … asesinado – dije.
-No creo – respondió lacónico.
-¿Por? – seguí.
-Estaba en tratamiento psiquiátrico. Caso cerrado – dijo.
-¿Y el punto en que se … tiró, las ropas, sus cosas? – insistí.
-Ya aparecerán. Anda, déjalo ya, ¿vale? – concluyó, haciendo al camarero de la cafetería del Anatómico Forense el gesto de que anotase aquellas consumiciones y saliendo a la calle seguido de cerca por Silvia.

Como no me quedé muy tranquilo, decidí hacer algunas averiguaciones por mi cuenta. Entretanto, Halien me tenía reservada otra desagradable sorpresa en el correo electrónico cuando entré a Internet en el despacho:

“Estoy harto de que no me hagáis ni caso. Voy a matar al primer pringao de “Psikys” que se me cruce por delante, y me voy a ir a Barakaldo, a ver si así os puteo de una vez por todas.
La guerra es la madre de la ciencia y del progreso social.
Halien”.

Llamé a la trabajadora social del centro de salud de zona y me dijo que hacía dos días que había perdido la pista de José Miguel (Halien), pero que no estaba preocupada porque había pasado otras veces y luego había vuelto.
Sí, había pasado otras veces, muchas veces, demasiadas veces … Pero aquella vez … algo en mi deteriorada neurona no me daba muy buena espina que dijéramos.

Puse la tele y el tiempo anunciaba una entrada masiva de chubascos por el norte.

© Javier Auserd.

Son número 6. Nicolás Guillén.

Son número 6. Nicolás Guillén.

Yoruba soy, lloro en yoruba
lucumí.
Como soy un yoruba de Cuba,
quiero que hasta Cuba suba mi llanto yoruba;
que suba el alegre llanto yoruba
que sale de mí.

Yoruba soy,
cantando voy,
llorando estoy,
y cuando no soy yoruba,
soy congo, mandinga, carabalí.
Atiendan amigos, mi son, que empieza así:

Adivinanza
de la esperanza:
lo mío es tuyo
lo tuyo es mío;
toda la sangre
formando un río.

La ceiba ceiba con su penacho;
el padre padre con su muchacho;
la jicotea en su carapacho.

¡Que rompa el son caliente,
y que lo baile la gente,
pecho con pecho,
vaso con vaso,
y agua con agua con aguardiente!

Yoruba soy, soy lucumí,
mandinga, congo, carabalí.
Atiendan, amigos, mi son, que sigue así:

Estamos juntos desde muy lejos,
jóvenes, viejos,
negros y blancos, todo mezclado;
uno mandando y otro mandado,
todo mezclado;
San Berenito y otro mandado,
todo mezclado;
negros y blancos desde muy lejos,
todo mezclado;
Santa María y uno mandado,
todo mezclado;
todo mezclado, Santa María,
San Berenito, todo mezclado,
todo mezclado, San Berenito,
San Berenito, Santa María,
Santa María, San Berenito
todo mezclado!

Yoruba soy, soy lucumí,
mandinga, congo, carabalí.
Atiendan, amigos, mi son, que acaba así:

Salga el mulato,
suelte el zapato,
díganle al blanco que no se va:
de aquí no hay nadie que se separe;
mire y no pare,
oiga y no pare,
beba y no pare,
viva y no pare,
que el son de todos no va a parar!

De El son entero, 1.947.
¡Nunca me cansa don Nicolás!

Sólo pienso en ti. Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán.

http://www.youtube.com/watch?v=iTrEWdBc0HM

Me pongo a pintarte y no lo consigo.
Despues de estudiarte lentamente termino pensando
que faltan sobre mi paleta
colores intensos que reflejen tu rara belleza.
No puedo captar tu sonrisa,
plasmar tu mirada pero poco a poco
sólo pienso en mi, sólo pienso en ti,
sólo pienso en ti, sólo pienso en ti.

Tu sigues viniendo y sigues posando
con mucha paciencia porque siempre mi lienzo esta en blanco.
Las horas se pasan volando,
hay poco trabajo adelantado para tu retrato.
Sospecho que no tienes prisa
y que te complace ver que poco a poco,
sólo pienso en mi, sólo pienso en ti,
sólo pienso en mi, sólo pienso en ti.
Sólo pienso en mi, sólo pienso en ti,
sólo pienso en mi, sólo pienso en ti.

© Rodrigo García

El elector nunca gana.

El elector nunca gana.

http://www.delinteriorpuntocom.com.ar/n.asp?id_categoria=13&id_noticia=1636


Me suele hacer gracia (por no llorar) cuando los políticos profesionales (los que viven, y bastante bien, de eso), ganen o pierdan, pero “salen”, hacen la pelota a los votantes que les han dado el “carguito” diciendo que los ciudadanos nunca se equivocan y que si son muy sabios para arriba y que si son muy sabios para abajo y tal y cual. ¡Como si los electores tuviéramos los mecanismos para poder ponernos de acuerdo! ¡Ya se ocupan ellos (todos, menos los que ven que van cada vez peor por sus desuniones internas) de que no sea así! Sale lo que sale (¡que no es poco!) y santas pascuas, María.
Pero el cinismo de estos tipos (tan necesario, por otro lado para que el sistema funcione, porque si no es aún peor, recordemos el cuartel del tío Paco) es de una caradura tan impresionante que, “haciendo de tripas corazón”, te ponen buena cara en época electoral y cara de asco y de ajo para espantarte y que no te metas en “sus cosas” (sus cosas son seguir aferrados al jugoso silloncito)  en cuanto pasa la votación.
Sea como fuere, siempre me acuerdo de aquél programa de Radio Madrid de los años sesenta, de cuando “Matilde, Perico y Periquín” y “Ama Rosa” que se titulaba “El criminal nunca gana”. Eso es lo que nos pasa a los electores: que nunca ganamos.
Cuando Sabina iba de acratilla, y no de diseño $$$$, decía en una canción:


“Gane quien gane, yo siempre pierdo.
Si te he visto, no me acuerdo.
Si te he visto, no me acuerdo”.


¡Y qué razón tenía!, aunque fueran otros tiempos. Y, sin embargo ... ¡pues eso!

Javier Auserd.

Con la venia, Señoría.

Con la venia, Señoría.

Aventuras Caseras Asociadas (A.C.ASO.), presenta: Cap. V.

¡Pobre Vladimir y pobres amigos rusos, y Borys, que se tiraron varias semanas intentando templarle para que no me matara muy despacio! Y luego, de postre, a los que se le ocurriera. Fueron unos días intensos y terribles en los que nunca he estado más cerca de San Isidro (es que mi madre paga lápida familiar allí, aunque le tengo dicho que me pilla un poco a trasmano y no tengo prisa).
Reconozco que me pasé un poco con él y me la jugué bastante con aquél truco barato de convencer a Borys para que le pusiera el contenido de una jeringuilla con un fortísimo laxante en la sopa de verduras que tomamos de primero y media más en el rabo de toro del segundo plato. El resto fue una actuación bastante mala por mi parte, pero tan efectiva que me dejó boquiabierto. Por cierto que, ¡pa’ haberle matao! … y viceversa.
Naturalmente, le hice llegar mis disculpas, mezcladas, eso sí, con un porcentaje de misterio esotérico suficiente como para no descubrir por completo la trama. Sin embargo, no estoy nada orgulloso de este caso que digamos, aunque los resultados fueran buenos, porque puse en peligro a mucha gente luego (Jesús María José y Aliona incluidos) y terminó bien de pura chorra. Eso no es profesional y no debe hacerse. Hay que estrujarse más la gorra, planificarlo todo mejor y no lanzarse a la desesperada. Otra cosa es que, después de eso, la cosa salga manga por hombro.
En fin, mucho rollo pero la próxima vez estaba seguro que actuaría de forma parecida porque no se pueden evitar determinados errores adquiridos. Es como conducir un coche: uno va recopilando una colección de tontas manías equivocadas que no suelen tener mayor importancia hasta que, por culpa de una de ellas, te das el castañazo. Nada, que no escarmentamos. Yo por lo menos.

Es este oficio un poco circense que yo tengo, un aspecto importante lo ocupa el aburrido y tedioso tema judicial centrado casi por completo en las declaraciones periciales sobre tal o cual caso en el que has intervenido y luego te llaman. A mí me da cien patadas declarar, la verdad, porque, además, te tienes que disfrazar por si las moscas sin que se note demasiado, claro. Yo suelo trabajar con una amiga abogada bastante maja y competente que tiene la mala leche suficiente como para que no la vacilen lo más mínimo ni en sala ni fuera de ella. Y os aseguro que no es nada fácil, porque hay cada tiparraco en ese mundillo que te quedas alucinado y te dan ganas, a veces, de sacar la pipa de repuesto y liar una masacre allí mismo, eso sí, en defensa propia. ¡Menos mal que, al final, se impone la cordura! Se llama Raquel (la abogada … y también la cordura).

-Con la venia, Señoría, el planteamiento de la contraparte es kafkiano …
-Hable bien, señora letrada, no voy a tolerar escatologías en mi sala.
-Señorita, Señoría.
-¡¿Me está llamando “señorita”?!
-No, Señoría, le estoy diciendo que soy señorita letrada y no “señora” letrada.
-Bueno, bueno, continúe, pero no vuelva a faltar al respeto.
-Con la venia, Señoría, y con el debido respeto, he aludido a un planteamiento “kafkiano”, Señoría, que no es algo malsonante, sino relativo a Frank Kafka, escritor checo ...
-¡Un momento!, un momento. Ese señor no está citado como testigo, la prueba es que no ha pedido usted un intérprete por ser sueco, como acaba usted de aseverar.
-Frank Kafka está muerto, Señoría.
-¡Acabáramos, señora … señorita letrada esto es un caso civil y no penal! ¡No estamos viendo un caso de homicidio! ¡Le recuerdo que éste es un caso de divorcio! ¡Le tengo que pedir, encarecidamente, que se centre usted en los hechos y que se atenga a ellos! ¡No es un tema penal, ni siquiera de extranjería! ¡Aun en el supuesto de que ese señor … kurdo estuviera vivo y hubiera querido usted que declarase, lo tendría usted que haber pedido en el momento procesal oportuno! Pero no lo ha hecho y ahora no puede hacerlo … ¡máxime cuando resulta que está muerto! Continúe, por favor.
-(¡¡Aaggg, yo le mato!!) Con la venia, Señoría …
-La tiene, la tiene, continúe, que no tenemos toda la mañana.
-Con la … Como iba diciendo, ¡Señoría!, el planteamiento de mi colega es … eeeehh … esto … inverosímil. Sí, eso es, inverosímil. ¡Completamente in-ve-ro-sí-mil! ¡Increíble, fantástico, estrambótico, desorbitado, lunático, chiflado, loco! … (“kafkiano”). Porque lo que la parte demandante pretende …
-¡Señora letrada, no pierda la compostura o me veré obligado a procesarla por desobediencia! ¡Y no me grite! ¡En “mi” juzgado el único que puede gritar soy yo, y no tolero insolencias de ningún tipo! ¡Y no me vuelva a nombrar a ese … individuo ya muerto, que en paz descanse, Fanta, Calpa, Salka, Panda o … como se llame o llamaba, porque no hace al caso! Céntrese y prosiga con el debido respeto y vaya terminando, que no tenemos todo el día.

Afortunadamente para el común de los mortales, no hay jueces tan, vamos a decirlo así, “despistados” en ninguna parte del mundo y mucho menos por estos lares. La secuencia anterior es una versión dramatizada, rodada por especialistas, para resaltar algunas de las vicisitudes (y esta es jocosilla, pero la inmensa mayoría suelen ser terribles) por las que tienen que atravesar los profesionales del Derecho todos los días.
Me cuenta mi amiga Raquel que lo más habitual de su profesión es que, después de medio desenredar y traducir al cristiano la intrincada madeja que te pone el cliente encima de la mesa, interpretes lo que quiere y lo que le conviene, lo vuelvas a traducir todo al lenguaje jurídico en un documento, después de mil quebraderos de cabeza, recovecos y consideraciones, lo dejes por imposible (porque si no se lía más y es peor), lo imprimas y se lo des al procurador para que lo lleve al juzgado correspondiente. Luego, cuando ya casi te habías olvidado y andabas en otros temas, te llega la citación para la vista oral donde lo que más te pone de los nervios son los nervios de los clientes y los tiempos muertos que se pasan esperando para entrar en la sala del juicio, que fluctúan entre una y dos horas, y durante los cuales no sabes cómo ponerte ni de qué hablar que no hayas hablado ya y se ensayan millones de posiciones gesto-corporales, a cual más exótica, buscando cierta simplicidad ergonomía imposible de conseguir. Una vez dentro de la sala, tras los típicos bailes situacionales de rigor y de las múltiples recolocaciones de sillas, carteras, papeles y togas, los nervios desaparecen y ya sólo tienes que estar atento a las “cosillas” del juez y su secretario, de que el auxiliar se haya confundido lo menos posible y de por dónde vaya a salir tu colega, su procurador, el tuyo, tu cliente y el suyo. Eso sin mencionar la actualización permanente que tienes que tener sobre las más de cincuenta mil leyes (más reglamentos, ordenes ministeriales, instrucciones, manías, usos y costumbres de cada juzgado) en vigor desbrozando las que se han aprobado, derogado o modificado, total o parcialmente, y las que te anuncian, anticipan y confunden varias veces de varias formas diferentes los siempre simpáticos y empáticos medios de comunicación. Todo ello gracias a la maravillosa técnica legislativa española que te desarrolla un procedimiento de adopción de menores en la disposición adicional duodécima bis, apartado 12, punto h) del Texto Refundido de una Ley reguladora del Aprovechamiento Energético de las Berenjenas Azules para Biomasa en Época de Sequía Aguda del Pantano de la Ensenada … pongamos por caso.

¡Ah, qué maravilla debe ser el lujo de la simplicidad! Yo, después de declarar como perito en un juicio, me suelo tomar un wisky con Raquel en Ambigú, al lado de las Salesas. Ella se toma una tila con menta poleo y, como le digo con un poco de sorna:

-¡Pero, hija mía, anímate y tómate otro como yo, mujer, que parece que vienes de un entierro!
-Ojalá fuera del suyo, Martín. Yo le mato, te juro que un día le mato. Es que este juez me saca de mis casillas. Mira que intento pasar de él, pero me tiene enfilada y un día voy a tener que matarle en defensa propia. Cuando ocurra, llamas a Ortiz Andancio que estos casos de enajenación se le dan de maravilla y luego me internáis en un psiquiátrico una buena temporada para una cura de nervios, ¿vale?
-Palabrita del Niño Jesús, Raquel. Pero tú no te preocupes que no llegará la sangre al río, mujer.
-Al río no sé, Martín, pero a la fuente seca esa de la entrada, te digo yo que llega como me siga tocando este tío y tocando … ¡ya sabes lo que me toca!
-Bueno, bueno, Raquel, que tu eres una chica y una profesional de la abogacía muy educada y equilibrada, hombre. ¡Olvídate ya de ese … mastuerzo!

Ese día comí con Ana en el Pereira, que la acababan de publicar una antología y quería darme con ella en las narices, además de quejarse de las malas notas de Alba y de las últimas trastadas de Rodrigo. Y me dio. Menos mal que, aunque no era en el reservado de Charli, la comida y el vino también fueron espléndidos. Incluso Ana, a pesar de haberme dado en las narices con su antología, estaba de buen humor y yo añoré su preciosa sonrisa, añoré los viejos tiempos hasta el punto de intentar volver a hacer las paces.

© Javier Auserd.

Carlos Aganzo.

Carlos Aganzo.

Portada de Caidos ángeles.
(Finalista del V Premio de Poesía Ateneo de Sevilla, 2.008).

POEMA INICIAL.
Me he de sentar aquí,
de frente a la muralla,
hasta que todo pase.
Todo, menos el fulgor acaso
de este conmovedor escenario en que los hombres
son títeres ajenos
a la crueldad de sus destinos.
Sí. Me he de quedar aquí hasta que pase
el último vagón de la tristeza.
Hasta que le pierda el respeto a la intemperie.
Después, amiga, ya veremos.

De Como si yo existiera, 2.004.

PARÍS ERA UNA FIESTA.
1899. Óscar Wilde pasea por París. Pío Baroja pasea por París. París pasea por Rubén Dario. Símbolo mayor del simbolismo; ciudad que va ganando el alma del poeta con esa dulce lengua que nos pide locura cotidiana. No hay otra ciudad que tenga un corazón tan ancho y tan profundo. No hay grandeza más íntima ... París años más tarde, con Leonor de la mano: canciones y poemas encendidos. Velas que se emocionan al alumbrar las mesas. Mil besos bajo los puentes. Y el primer acto también del drama de la vida. Nada igual después de París. Nada tan dulce. Nada tan secretamente luminoso. Nada tan triste ni tan bello.

Misterioso y absorto
por la ciudad alegre y bulliciosa
el poeta vislumbra su destino:
el amor en París, las viejas rosas
del huerto de Ronsard,
las horas con Rubén, las mariposas
modernistas que van de verso en verso
alumbrando su voz más luminosa.

De París, esta noche y los manteles,
la lluvia sin tormenta,
los bateles y los acordeones
meciéndose en el Sena,
la mínima mansarda del artista...
Adoro de Paris la primavera
por los campos de Marte,
los oscuros rincones donde suenan
la música y los besos
de los que se desean
más allá de la piel de las palabras.
De París esa lengua
cantante y madre revolucionaria,
tan lejos y tan cerca
de todos los exilios,
de todas las tristezas ...
Y a París de regreso
con la joven esposa y las maletas
del corazón dispuestas al viaje,
todo luz, todo fiesta
en que el alma se embriaga y se derrama,
en el pretil del sueño del poeta.

Del Homenaje a Antonio Machado (itinerante), con José María Muñoz Quirós y Ana Agustín.

LAS SEMILLAS.
Está la casa abierta.
Huele a sol la mañana.
Entra por cada poro
de mi ser aire limpio
de día recién cortado.
 
Anda la primavera, revoltosa,
enhebrándolo todo:
las flores en las piedras,
el aire en los colores,
mi mano en tu cintura,
mi boca con tu boca
bebiendo de este aire alborozado
de lozanas espigas ...

Está mi piel abierta.
Huele a amor la mañana.
Te busco en los rincones de la casa
para volar contigo
por este torbellino de semillas
que se enreda en el sol.

Y el aire se estremece.

© Carlos Aganzo
http://www.catedramdelibes.com/archivos/000007.html

Día Sin Insultos.

Día Sin Insultos.

Día Nacional Sin Insultos
(Jornada de interpretación)
(De momento, no te vayas a creer)

Javier Auserd.