Blogia

La cueva del dinosaurio

Hasta luego.

Hasta luego.

Las tres gracias. Rubens, 1635

Con harto dolor de mi corazón digo adiós a Blogia. Como otros amigos que también han tomado esta desagradable decisión no puedo tirarme horas y horas y días y días hasta encontrar el momento más adecuado para que Blogia funcione y actualizar o, simplemente, entrar.

Agradezco a Blogia la oportunidad que me ha brindado (comsí, comsá) durante todo este tiempo, pero ya tampoco puedo más y creo que si no se puede mantener bien el servicio que se ofrece (aunque sea gratuito, gracias de nuevo), es mejor decirlo y cerrar. De modo que gracias, pero adiós, o "hasta luego, cocodrilo".

Voy a estar, sobre todo, en:

http://lacuevadeldinosaurio.blogspot.com

http://lacuevadeldinosaurio.wordpress.com

Agur, majetes.

Premio: "Esfuerzo" (gracias, Sak).

Premio: "Esfuerzo" (gracias, Sak).

Gracias de nuevo, Sak, especialmente por lo que significa este premio. Y más ahora que ya sabes que no está de moda el esfuerzo. Por eso, permíteme que por una vez, aunque las bases del premio no lo permitan, yo te conceda este premio también a ti ex aequo con algunos de nuestros amigos. Espero que nadie se enfade ni se moleste y tampoco tú lo consideres un toma y daca.

Sak
Hannah
Trini
Furgo
Pau
Joana

La piedra del mediodía
Homero
Lee Tamargo
El viejo farero

Enhorabuena a Sak y a todos por la calidad de vuestro trabajo.

Javier Auserd.

Retirada (, elogio de la).

Retirada (, elogio de la).

Pendiendo de un hilo débil e inconexo
transcurre nuestra suerte indefinida,
se conoce que no sabe la vida
si nos corta los versículos o el sexo.

Es cierto que parece más perverso
dejarnos con la lengua interrumpida
pero no es menos cierto que, enseguida,
pueda ser más doloroso un palimpsesto.

No seré yo quien prefiera ningún gesto
que corte cualquier idea querida,
más bien prefiero que no sea molesto

que respire el miedo por la herida
no vaya a resultar que, en todo esto,
sea peor la calma que la huida.

© Javier Auserd

Premio: "Diamante de las cosas que importan" (Gracias, Sak).

Premio: "Diamante de las cosas que importan" (Gracias, Sak).

Mi amiga Sak me ha dado otro premio. Gracias, Sak. Y, aunque con retraso (por mi proverbial lentitud), yo se lo doy a:

Trini
Furgo
Pau
Hojas del alma
La piedra del mediodía
Hannah
La ventana de mi alma
Katheryne
El hábitat del unicornio
Lee Tamargo

Enhorabuena a los premiados. A algunos no os van mucho los premios aunque los apreciáis. Pero ya sabéis que no estáis obligados a nada.

Javier Auserd.

¡Que sea lo que Dios quiera!

¡Que sea lo que Dios quiera!

Aventuras Caseras Asociadas, presenta: Capítulo XIII.

Uno.
Cada vez que iba a ver a Benicio y podíamos hablar porque no estaba en el “módulo de reflexión” (¡qué graciosos son los ricos!), se acordaba de mí y de toda mi familia. “¡Porque yo no puedo soportar más esto! ¡Porque me están matando despacio! ¡Porque la culpa es tuya que me has traído a este antro! ¡Hermana! ¡Hermana, quite a este engendro de mi vista! ¡Ahora mismo!”. Y yo, que si “Cálmate Ben, que te vuelven al módulo”. Y él, que si “¡Prefiero la muerte que seguir aquí! ¡Un caballero legionario como yo! ¡Qué diría mi capitán si me viera rezar el rosario todas las tardes! ¡Eres un canalla (y cosas peores que no digo porque me quitan el yogur de melocotón que es lo que más me gusta)!”. Y así sucesivamente.
¡Hombre!, de antemano, ya no contaba yo con su agradecimiento y, al principio, hasta le comprendía y “¡Pobre Ben!” para arriba y “¡Pobre Ben!” para abajo. Pero una cosa es una cosa y otra cosa era eso. Y en vista de que no se le pasaba la perra, empecé a mosquearme. Aunque me dio igual. Le tuve que dejar por imposible, cantando a voz en grito: “La cabra, la cabra …” a punto de recibir otra inyección adicional de Valium por cuenta de la casa para que dejara de alborotar al personal y de cantar “canciones indecorosas”.
Instintivamente espacié las visitas porque me resultaba desagradable sentirme culpable por haberle metido allí aunque hubiera sido para protegerle a él y a sus vecinos de sí mismo y de sus agresivos delirium tremens. Le contaba cuando iba (y no era del todo incierto) que volvía a tener mucho trabajo y andaba muy liado de acá para allá con un montón de casos farragosos. Él me miraba de través con cara de no chuparse el dedo y de no tragarse la bola y torcía la cara como diciendo: “¡Buah, menuda carioca que me estás contando! ¡Anda ya, chaval! ¡Vete a SEPU! ¡A hasé pu … ñetas y déjame en paz, so capullo, que bastante tengo con terminar mis días aquí encerrado!”.

Y terminó. Terminó una bochornosa tarde de julio mientras intentaba saltar el muro con la valla metálica electrificada de la clínica y una descarga le tuvo un buen rato transfiriendo su mortífera potencia contra su desgastado cuerpecillo y luego le escupió unos treinta metros atrás hacia el jardín donde se golpeó contra un árbol y terminó de rematar la faena. En Estados Unidos, aquello habría sido materia para un bonito pleito con su multimillonaria indemnización y todo, pero aquí, entre que no tenía familia y el poderío de la Fundación que está detrás de la ilegal valla electrificada de la clínica mental privada esa, igual le tocaba poner dinero al guapo que se hubiera atrevido con semejante hueso. Eso sí, se abrieron diligencias y, casi inmediatamente, se archivaron. ¡Pobre Ben! Que me perdone por el chiste fácil y grosero cuando nos volvamos a encontrar en el infierno, pero … me temo que terminó un poco … quemado.

Dos.
Estaba terminando de cenar en el restaurante de Lola cuando se acercó mi amigo Miguel, que es de una Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica. Me había encargado una investigación que necesitaban y a la que no les dejaban acceder, se sentó y le dije cómo iba. Me contó lo del japonés que viene desde su país a asistir a las exhumaciones y que ha salido en el periódico. El japonés llora cuando ve las caras de los familiares y no puede entender, por más que lo intente, cómo hemos tardado cerca de 70 años en empezar a hacer lo que teníamos que haber hecho (y ellos lo hicieron) en seguida o, al menos, justo después de morir Franco que lo impedía.

-Yo tampoco puedo entenderlo – me decía Miguel – Se han acumulado miles de circunstancias, sí. Pero ¿qué hemos hecho y no hecho para dejar que se acumularan? – se escandaliza Miguel - ¿Es que somos unos monstruos inhumanos?, ¿o es que somos unos vagos indiferentes?, ¿o es que somos unos cornudos apaleados? No sé lo que somos, en cualquier caso nada bueno ni normal. Por eso, no descansaremos hasta que nuestros antepasados descansen como Dios manda.
-Es un tema muy doloroso –dije -. Pero, desde luego, más doloroso es seguir dejándolo todo como estaba. Tanta desidia ha sido escandalosa.
-Un pueblo no puede considerarse civilizado si no ha dado buena sepultura a sus muertos para que descansen en paz, independientemente de los motivos por los que murieran. Quienes hablan de revancha o de sus muertos, que llevan 70 años descansando como es debido, son unos revanchistas y unos canallas sin vergüenza y sin alma. No quiero alborotarme. Aquello pasó y se acabó. No queremos ni debemos removerlo, debemos perdonar. Pero la actitud y los insultos de algunos vivos ahora mismo son un delito que se debiera castigar con algún año de cárcel, para obligarles a respetar a los muertos, ya que su falsa fe no lo consigue.

Miguel es católico practicante y aún tiene fe. Yo le admiro de todo corazón porque no consigo comprenderle y me parece una proeza inaudita que su fe sea tan fuerte que resista todo lo que resiste. Él dice que es como una lotería, para quitarle importancia, que te toca o no te toca, así, como quien no quiere la cosa. O también lo compara con una gripe o un catarro. Que no tiene más misterio, dice, que cualquier otro asunto de la vida. Yo creo que tiene que haber algo más, mucho más y que eso de la fe es un misterio más profundo que el de la Santísima Trinidad y que tiene mucho mérito conservarla en medio de la que está cayendo. Y, para mí, lo más impresionante de todo es que aún tiene fe en que la Iglesia católica va a ser capaz de rectificar sus errores y los padecimientos y crueldades que ha producido tanto individual como colectivamente a lo largo de la Historia y volverá a la senda del bien. Eso sí que es una fe ciega … sorda, muda y todo lo que podamos imaginar.

Tres.
Estaba tecleando en el ordenador de mi despacho. Anochecía y por la ventana abierta con la persiana bajada por el último sol del día, se colaban los ruidos de la calle como una banda sonora de fondo. De repente, un silbido se destacó y se repitió varias veces: “Fiu-fiu, fiu-fiu”.
“No puede ser”, pensé extrañado, “Es absurdo. No puede ser, pero … así es como yo llamaba a Leo: Fiu-fiu, fiu-fiu. No bis-bis, bis-bis, ni michi-michi”.
Como no me concentraba y el silbido seguía, me levanté, me acerqué a la ventana y miré, pero no vi nada. Me fui a la ventana de la sala de espera y apenas alcancé a ver a un tipo moreno de unos treinta y ocho, cuarenta, entrando con un perro mediano en el portal de enfrente. Se acabó el silbido y volví a la faena. Era un informe farragoso que me llevó aún otras dos horas todavía, de modo que me olvidé del asunto.
A la tarde siguiente lo mismo y tampoco pude localizar quien era. Sólo pude entrever otra vez al hombre tirando del perro negro de la tarde anterior. No entendía qué podía tener que ver un tío con perro con alguien llamando a los gatos, pero supuse que sería Evangelina que les solía echar las sobras y que el tipo que yo veía entrando en el portal de enfrente con el perro no tenía nada que ver.
Lo que más complica un sistema tan complejo como la vida yo creo que es que la casualidad también existe y que no se sabe de antemano cuándo interviene y cuándo no.
Dejé de prestarle atención al tema cuando otra tarde, al poco del entierro de Benicio, me cruzo con Evangelina y me dice:

-¡Pobrecillo!
-Sí, pobre … pero … ¡si usted no le conocía!
-¿A quién?
-¿A quién le dice usted “pobrecillo”, a Benicio?
-¿Le llamaba usted así?
-¿A Benicio? ¡Pues claro! ¿Cómo quiere que le llamara?
-¡Pues Minino! ¿Cómo quiere que le llamara yo?
-A ver, a ver, Evangelina, usted ¿de quién me está hablando?
-Pues del gato Minino, que se ha muerto. ¿De quién quiere usted que le hable? Ahora, si usted le llamaba Benicio … ¡vaya un nombre más feo para un gato!
-¡Acabáramos, Evangelina! Y ¿cómo ha sido?
-Pues anoche, Martín. Dicen que un perro. Hay ahora gente muy rara por aquí, Martín, muy rara.
-Pero, Evangelina, los perros no son gente rara. Son uno de los muchos peligros para los gatos, sí, pero …
-¡Martiiín! ¡Parece usted tonto, hombre, ya! Me refiero a que hay gente nueva rara en el barrio. ¡Y con perros!
-¡Ah! ¡Vaya!
-Sí, vaya, vaya usted a hacer … sus cosas, que no se entera de nada. ¡Vaya agente de seguros que está usted hecho!
-Hasta luego, Evangelina. No se enfade usted.
-¡Brrrrr!

Entonces, empecé a ocuparme del tema en mis escasos ratos libres con los cubos de basura, centro improvisado de reunión de los gatos, como eje básico de la investigación. Al principio, pude averiguar muy poco. Apenas que el tipo  llegaba aproximadamente sobre la misma hora (a eso de las 22) de dar un paseo al perro, que al acercarse donde los cubos silbaba a algo o a alguien y, como no venia nadie, seguía como si tal cosa. Pero luego, una noche (a eso de las 12:10), le vi salir de nuevo con el perro y merodear más a fondo alrededor de los cubos. Los gatos suelen ser muy desconfiados y prevenidos, pero siempre hay alguno que se despista o se entretiene un segundo o que no calibra bien el peligro o que le pierde la curiosidad o que le da por confiarse demasiado y eso lo paga con la vida sin agotar las otras seis míticas que dicen que tienen o con un buen susto. Eso estuvo a punto de volver a pasar esa noche y el gato, que se libró de milagro, dejó un maullido aterrador y un considerable trozo de rabo entre las poderosas fauces de un perro que parecía tranquilo y actuó azuzado por su amo en una especie de entrenamiento sin pies ni cabeza que no parecía tener un objeto definido. Estuve a punto de intervenir contra él pero me frené en el último segundo porque intuía que había algo más que un cabronazo matagatos detrás de aquel sinsentido y quería saber lo que era.
De modo que seguí al individuo y su mascota en su paseo nocturno y vi que llegaron a una placita cercana donde, disimulando, se puso a rondar un portal que me resultaba conocido y no conseguía saber de qué. Al poco, salió una mujer con una bolsa de basura mirando a todos lados y, al ver al perro y a su dueño, se asustó. El hombre se acercó a tranquilizarla solícito con el típico: “Si no hace nada. No se asuste. Es muy bueno y tranquilo. No se preocupe …”, intentando iniciar una conversación mientras sujetaba al perro con grandes aspavientos, pero la mujer, sin decir nada, tiró la bolsa de la basura, entró al portal y subió corriendo las escaleras mirando para atrás de vez en cuando. El hombre le dijo a su perro a carcajadas: “¡Qué desconfiada, ¿verdad, Bronco?! ¡Qué tía, ni que fuéramos a comérnosla, ¿verdad bonito?! A ti te gustan más los gatos. Esa … igual es Manoli, una de la casa”. Y después de reírse un buen rato, se volvieron a su portal.
Esa noche no, pero al día siguiente, por la tarde y con luz le hice una foto con la cámara del móvil lo más subrepticiamente que pude y luego la aclaré en el ordenador a base de Photo Editor y se la mandé por correo electrónico a mi amigo Marcial, de la Oficina Central del D.N.I. a ver qué me podía contar del elemento en cuestión.

Muchas veces cosas que llevas horas y horas dándolas vueltas en tu cabeza como en un centrifugado interminable, se aclaran de repente de la forma más tonta. Una mañana, después de despachar unos asuntos en la Junta de Distrito, me dice Merche, la que lleva el tema de las mujeres maltratadas: “Martín, ¿tienes un rato libre ahora?”. Miré la hora y le dije: “Bueno, digamos que podemos tomar un café, si quieres”. “Suficiente”, contestó. “Es que quiero que me acompañes, si puedes, a la casa de acogida porque se ha roto una reja de la ventana del patio y están las mujeres muy mosqueadas y, antes de que la reparen, quiero que me des tu opinión. Además está al lado de tu despacho”. “Vale, pues vamos”, le dije.
Llegamos dando un corto paseo y, de golpe, ¡zas!: el portal que tanto me sonaba de la plaza de la escena de la otra noche era … donde estaba la supuestamente secreta casa de acogida de mujeres maltratadas del distrito. “¡Acabáramos!”, me dije dándome un manotazo mental en mi dura cabezota (porque desde lo del desprendimiento de retina ya no me los daba de verdad), “¡Así me sonaba tanto!”. Revisé los barrotes de la reja de la ventana del patio y le dije a Merche:

-Pues tienen razón las chicas. Estos barrotes están serrados al ras por abajo. Dos barrotes más y cualquiera tira de ellos hacia arriba, los abre y entra.
-¡No jodas!
-Y sin joder … de momento.
-…
-Disculpa por el chiste malo.
-No, no. Discúlpame tú a mí, que te he dado pie. Es que estoy preocupada. Últimamente están pasando demasiadas cosas raras que igual no tienen nada que ver, pero … no sé. Estoy preocupada.
-¿Qué tipo de cosas?
-Lo típico: ruiditos, silbidos, ladridos, tipos con perro rondando la plaza. En fin … montones de chorraditas que pueden no querer decir nada … Ahora esto de los barrotes … En fin, ya sabes que estamos siempre con los nervios de punta.
-¿Alguna de las chicas está especialmente mosqueada por su ex … que haya salido de la cárcel, que le haya visto cerca? En fin, ya sabes.
-Pues … no. No especialmente. Las nuevas siempre al principio creen ver a sus ex por todas partes. Y … han llegado tres nuevas hace … un mes o así. Todavía están adaptándose.
-¿Este patio es de uso exclusivo de la casa o de todos los vecinos?
-Es sólo de la casa. Sólo tiene acceso por la casa y por esa puerta que da al pasillo del portal, pero no la usan los vecinos.
-¿Hay niños pequeños? – le pregunte mientras revisaba la puerta que daba al portal y veía que estaba forzada.
-No, hay dos mayorcitos, que ya van solos al cole y todo.
-Yo que tú mandaba arreglar enseguida los barrotes y la puerta que da al pasillo y, mientras, sembraba el patio de cristales rotos advirtiendo a las chicas para que no salgan hasta que trinquemos al tipo. Ah, y, a ser posible, ni una palabra a los vecinos y que las chicas no se alboroten: que no cunda el pánico.
-Tan grave ves el tema.
-Sí. Haz un informe lo antes posible contando todo y poniendo que algún ex trata de entrar con un perro y con las peores intenciones.
-Parece que supieras de qué va y que ya tienes un plan.
-Creo tener una ligera idea. Ya te contaré más despacio. Ahora déjame alguna barra o una escoba y un cubo que voy a atrancar esa puerta.

Revisé también la puerta que, como suponía, estaba forzada, pero me llevé un sobresalto al notar un detalle muy extraño y peligroso, aunque no dije nada. La atranqué como pude, puse el cubo para que hiciera ruido si alguien intentaba volver a entrar y rompía el palo de la escoba, vacié en el fregadero de la cocina que daba al patio, tres botellas de tónica que tenían y no nos apetecía bebérnoslas a esas horas, las rompí con cuidado para no escandalizar y sembré el pequeño patio de cristales desde la puerta del pasillo del portal hasta la ventana y hasta la entrada de la cocina que no estaba forzada y no entendía yo por qué no lo había intentado por allí.

Me despedí de Merche y de las chicas y me pasé por la comisaría. Hablé con Ortega, le conté la película y le pedí uno o dos hombres, pero me dijo que: “Verdes las han segado, alma de cántaro, ¡¿tú dónde te crees que vives, en Suecia?! Estás más loco de lo que pensaba si te crees que puedo “escaquear” ni dos ni uno ni nada hombres ni mujeres de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para trincar al posible autor del aserramiento de dos barrotes de una reja florida y un clavel español. Si es que la culpa la tiene la tele con tantos “Hombres de Paco” y tantos “Comisario” que os trastornan la mente a todos y os creéis que esto es el Hollywood, ese y … la madre que me parió …”. Le dejé despotricando en arameo y me fui a comer con Chuchi para saber qué rusa, ucraniana, polaca o georgiana le estaba chantajeando ahora y, de paso, desintoxicarme de todo un poco con otros problemas ajenos.

Durante esa noche y la siguiente, no pasó nada porque hubo tormentas que, aunque aumentaron el terror y el nerviosismo de las chicas, también impidieron salir al “paseante” y nos dieron una tregua. También dio tiempo a que arreglaran la cerradura de la puerta que daba al patio de la casa de acogida por el pasillo y soldaron los barrotes de la reja de la ventana de la cocina. A pesar de  eso, volví a sembrar el patio de cristales rotos por si acaso. Hablé con las chicas nuevas y los “ex” de dos de ellas eran cazadores aunque, que supieran, no tenían perro fijo.
Pero la tercera noche no hubo tormenta y salí a ver qué ocurría. No pensaba tardar y dejé el ordenador encendido, a la vuelta miraría el correo por si me había mandado algo Marcial sobre el interfecto. Por otro lado, había quedado con Christopher, el danés de la empresa de seguridad de la calle Fuencarral, que si le necesitaba le daba dos perdidas desde la plaza de la casa de acogida y me mandaba de refuerzo a Kirsten que estaría por allí cerca.
Fui paseando a la plaza y me pareció ver unas sombras en el portal de la casa de acogida aunque la luz de la escalera no estaba dada. Me acerqué al portal y empujé suavemente pero la puerta no cedió y tuve que usar una de mis llaves maestras. Entré con mucho cuidado y enfilé el pasillo de detrás de la escalera sin dar la luz. Oí ruidos al fondo y, pegado a la pared, avancé despacio con el corazón en un puño maldiciendo mi profesión y lo gilipollas que soy.
Cuando llegué a la puertecita que daba al patio, empujé y vi que estaba abierta, como ya me temía, ¡desde dentro!. Eso sólo podía significar que el tipo tenía un cómplice dentro, en este caso otra mujer. Entré en el patio, lo crucé, penetré en la cocina cuya puerta también estaba abierta, vi una luz en el salón y, en ese momento fue cuando se desataron todas las fuerzas del averno.
La escena en el salón era que el tipo matagatos estaba azuzando al perro que atacaba a una mujer mientras otra mujer empezaba a chillar horrorizada y el hombre la golpeaba para que se callase. Había sangre en los brazos de la mujer atacada por el perro, lo que excitaba más al perro que ahora trataba de afianzar su poderosa mandíbula en la yugular de la víctima.
Saqué el revólver, disparé a una esquina del techo y saqué el móvil con la otra mano para hacer las dos llamadas perdidas para que viniera Kirsten a ayudarme, al tiempo que le gritaba al individuo que retirase al perro o les dispararía a ambos. A todo esto, las mujeres salían asustadas de sus habitaciones chillando y llorando, armando un caos de “padre y muy señor nuestro”. Todavía no sé cómo pude templar mis nervios para no producir una masacre. En medio de aquel infierno, disparé a una pata del perro y a otra pata de su dueño, consiguiendo que el primero soltara a su presa y que el segundo dejara de pegar a la otra mujer. Pero el perro, en su huída, me lanzó una dentellada a la mano izquierda que, por muy poco, no se queda con ella entre las fauces.
En ese momento, apareció Kirsten, que era una danesa a lo Umma Thurman en Kill Bill y se hizo con el control de la situación. Tumbó al tipo de una patada, que ya se escabullía blandiendo una navaja abierta en una mano a pesar de su herida, dejándolo inconsciente en el suelo (donde luego le até con sábanas y cuerdas que me trajeron las mujeres y me vendé la muñeca de paso de cualquier manera) y pegó cuatro gritos de combate que paralizaron los llantos femeninos. También atendió a la mujer atacada, valoró sus heridas y le hizo una primera cura de emergencia con el botiquín de la casa que pidió a las mujeres, trató la pierna del agresor y por último llamó al 112 mientras evaluaba los efectos de los golpes en la otra mujer y me curaba la mano como es debido, deshaciendo el mal apaño que yo me había preparado. Cuando llegaron la UVI móvil del SAMUR y la policía todo estaba más o menos bajo cierto control. Llamaron a otra ambulancia y en ella fuimos las dos mujeres y yo y en la UVI fue el herido de bala. Al perro le encontraron a la mañana siguiente los de la Protectora y pudieron curarle el rasguño de la bala que le rozó la pata.

Después de las exploraciones más detalladas, profesionales y tranquilas y de las primeras declaraciones en comisaría, etcétera, dormí unas horas y luego invité a cenar a Kirsten, con permiso de su jefe, para darle las gracias por su ayuda.

-No sé cómo pudiste darles en las patas, perdón, piernas, perdón pata y pierna.
-Yo tampoco, K., yo tampoco. Pero déjalo en “patas”. El dueño del perro es mucho más animal que él y, desde luego, el verdadero salvaje y el culpable de que el animal atacara, el que le entrenaba contra los gatos. Menos mal que llegaste a tiempo porque si no, me habría desmayado.
-Tanto como eso, no creo – dijo Kirsten – Pero sabes que no te convienen nada estas “juergas”. ¿Cómo sospechaste que alguien de dentro le ayudaba?
-Porque en la primera inspección que hice, la puerta del pasillo al patio estaba forzada ¡desde dentro!, en una torpe imitación de asalto exterior. Y luego lo confirmé la noche de la movida, anoche, porque no se molestaron en forzar nada y además alguien (supongo que la mujer que le ayudaba) había barrido los cristales que sembré en el patio. Lo más probable es que el elemento ese “camelara” – le aclaré el significado a Kirsten al ver su cara de no entender el término – con cualquier historia a una de las mujeres de la casa que, cuando vio lo que era en realidad se puso a chillar y él a golpearla. Es un elemento de mucho cuidado, con antecedentes penales. Acaba de salir de la cárcel, había localizado a su ex e iba a matarla mediante el perro que estaba entrenado por otros en peleas de perros.
-Vaya follón.
-Sí, fue una “nochecita toledana”, como decimos en España.
-¿Toledana? ¡Ah, de Toledo! Yo estuve hace poco en Toledo y me gustó mucho. Es muy bonita Toledo. Pero ¿qué tiene que ver?
-Nada, mujer. Es un dicho. Un refrán. Un … proverbio.
-Ah, sí ¡proverbio! Nosotros también proverbios.
-Ya me figuro.

Hubo un incómodo silencio, que rompí repitiéndome como el ajo.

-Te debo la vida.
-No exageres. Además, ya mi jefe te mandará factura.
-¡Qué prosaico! De todos modos, muchas gracias, K.
-De nada, hombre. Y cuídate ese corazón … averiado.
-Haré lo que pueda.
-No sé, no sé. No veo que hagas lo que pueda.
-Es verdad, pero es que ya sabes cómo es este trabajo.
-Ya. Es poco compatible con la vida … familiar. Por cierto, me acaba de llamar Ana y me ha dicho que quiere hablar contigo.
-No le habrás contado nada.
-No, pero … insistió tanto que … algo le tuve que decir.
-¡Pero bueno … esto es como un pueblo!
-No, hombre es que … la admiro mucho como escritora.
-Y como feminista, claro.
-No. Ella no es feminista … pero escribe muy bien.
-¿Y eso significa …?
-Que te quiere, Martín. Y que … ya no sois unos niños.
-Que nos estás llamando viejos, vaya.
-No, Martín. ¿Es que tú no la quieres?
-¿Sabes que fue ella quien me dejó?
-Por este trabajo tuyo … digo, nuestro.
-Y porque tiene la cabeza más dura que un apóstol viejo.
-¿El Apóstol Santiago?
-Por ejemplo.
-¡Ah, ya! Otro proverbio.
-Algo así.
-¿Y tú no tienes cabeza de viejo apostól?
-Probablemente.
-Pues habla con ella, hombre.
-Vaaale, Castelar.
-¿…?
-Otro apostól.

Cuatro.
La nota decía: “Te espero en el Templo de Debod, a las 22 en el estanque. Evar”.
Evar, Evaristo, era el primer gay que conocí y, aunque él todavía no sabía que lo era ni qué era eso, el resto de compañeros de clase le llamaban niña y yo le defendía con mi estúpido delirio de caballero andante que tantos problemas me traía, me trajo, me sigue trayendo y me traerá (espero que ya sean pocos).
De modo que dejé todo lo que había planeado hacer y salí corriendo porque tenía el tiempo justo. Lo que no me podía imaginar cuando leí: “ … en el estanque” era que me le encontraría literalmente allí. Paré un taxi y le dije que al Cuartel de la Montaña. Me miró como quien ve a un marciano y entonces me di cuenta de que era joven y tuve que aclararle: “Plaza de España, stop. Parque del Oeste, stop. Templo de Debod, stop”. En venganza, no le di propina, y le fui diciendo todo el rato por dónde tenía que ir, por gilipollas.

Cuando llegué Evar estaba en el estanque, flotando boca abajo en él, para ser más exactos. Evar no había tenido la suerte de Charli. No era rico y su familia era una familia pobre, muy pobre y muy católica. En cuanto se enteraron le echaron de casa para que no les contaminara (tampoco entonces se sabía bien qué hacer y eligieron la peor solución posible) y para que se buscara la vida. Y se la buscó, lo mejor que pudo, pero fue rodando de canalla en canalla hasta esta maldita noche sofocante de mediados de agosto en la que, al fin, descansa en paz Evaristo Jiménez López, en la paz que siempre le fue negada.
Charli intentó ayudarle, pero ya era tarde. Habían perdido el contacto mucho antes de su traumática salida del armario y se movían en universos paralelos en el sentido de que nunca se cruzan. Y no pudo ayudarle. Ahora Evar flotaba en el estanque del Templo de Debod. No me esperó ni un minuto.
Me identifiqué ante los policías que llegaban en ese momento por la llamada de un paseante que lo había descubierto segundos antes que yo y llamé a Charli para que le rindiera un último e inútil tributo y se ocupara de los gastos de funeral y entierro después de la autopsia y de las diligencias.

Otra vez empecé a notar la ola asesina del maldito malestar preinfártico y me senté en un banco y me puse la pastilla debajo de la lengua. Allí me encontró Charli después de hablar con la policía y pidió una ambulancia en la que me acompañó a la clínica de su tío Ramón y allí, después del protocolo inicial y las pruebas posteriores, me trasladaron a los pocos días a la Seguridad Social y me pusieron en la lista de espera para otra operación a corazón abierto. ¡Ahora que me había reconciliado con Ana! ¡Qué mala leche, digo … qué graciosa es la vida!

Cinco.
“Martín”, me dije en la puerta del quirófano, después de un beso de Ana: “No puedes seguir siendo el patético e infantiloide vengador justiciero, siempre al tanto de los gatitos callejeros perseguidos y de los perritos abandonados y de las mujeres maltratadas y de los jóvenes desorientados y de los homosexuales deprimidos y de los comerciantes estafados y de los amigos extorsionados …”. “No puedes. Pero te empeñas como si te fuera la vida en ello … y te irá. En fin, como dice mi madre: ¡Que sea lo que Dios quiera!”.
(Pero, ¿qué Dios?, ¿Ra, Isis, Osiris, Yahvé, Mitra, Baal, Zeus, Júpiter, Zaratustra, Aláh, Visnú, Maradona? …).
(¡Martiiín! …, déjalo ya, ¿vale?).
Y se apagaron las luces del circo … de momento.

© Javier Auserd.

Mercedes Benz. Janis Joplin.

Oh Lord, won’t you buy me a Mercedes Benz?
My friends all drive Porsches, I must make amends.
Worked hard all my lifetime, no help from my friends,
So Lord, won’t you buy me a Mercedes Benz?

Oh Lord, won’t you buy me a color TV?
Dialing For Dollars is trying to find me.
I wait for delivery each day until three,
So oh Lord, won’t you buy me a color TV?

Oh Lord, won’t you buy me a night on the town?
I’m counting on you, Lord, please don’t let me down.
Prove that you love me and buy the next round,
Oh Lord, won’t you buy me a night on the town?

Everybody!

Oh Lord, won’t you buy me a Mercedes Benz?
My friends all drive Porsches, I must make amends,
Worked hard all my lifetime, no help from my friends,
So oh Lord, won’t you buy me a Mercedes Benz?

That’s it!

© Janis Joplin

Abominación.

Abominación.

http://worldmeets.us/lastampa000016.shtml

Soy agnóstico (por culpa de la jerarquía eclesiástica) pero reconozco que soy culturalmente católico y la polémica sobre la muerte de Eluana en Italia me produce un malestar profundo y una indignación moral y laica que me supera.
No hay nada más aterrador que el fanatismo religioso, siempre imperante, que considera a la mujer no como un ser humano, sino como una fábrica de fetos amputando su libertad de elección, tutelándola hasta en su muerte y diciéndole cómo puede o no puede vivir y morir.
Es escalofriante el totalitarismo filonazi de la jerarquía católica y de los políticos corruptos que encima van de buenos, pero lo que me ha dejado patidifuso ha sido la afirmación de Berlusconi de que: "Es una persona que podría concebir un hijo". No se me alcanza el más mínimo motivo por el que quisiera Eluana tener un hijo en semejantes circunstancias, pero el espanto y la abominación que ensangrientan la frasecita, ganaría en un concurso de frases psicópatas de películas del terror más atroz. Aunque en el fondo, no hace sino expresar el concepto del totalitario ultraliberalismo cristiano sobre la mujer como contenedor de mano de obra, a ser posible barata y fácil y gratuitamente recambiable.
Abominación es condenar a alguien a una muerte exasperante y mecánica durante 17, 20, 30, 50 años por si un día "resucita".
A nadie le gusta el aborto o la eutanasia como a nadie le puede gustar la quimioterapia, los impuestos o la insulina (por ejemplo), pero son males necesarios e inevitables en determinadas situaciones que no hay más remedio que aplicar para solucionar males mucho mayores.
Entre las miles de anécdotas que jalonan la demencial hipocresía de los reaccionarios, acabo de oír aquella que cuenta cómo el papa Juan Pablo II se negó a volver al hospital porque los médicos no le aseguraron que se fuera a curar allí y murió, al fin, en su cama. Y es que una de las mayores contradicciones que se produce en estos casos es que los defensores de la muerte natural por voluntad divina imponen una vida médicamente artificial robótica y dolorosa a los demás por su maldita y criminal voluntad inhumana.
Al final, parece que todo se reduce a lo mismo: la lucha de los ricos (que pueden saltarse sus propias leyes y su hipócrita moral con dinero) contra los pobres a los que tienen que mantener sometidos como sea.
Deseo de todo corazón que Eluana descanse al fin en una paz más humana que el contenido de ciertas frases salvajes.

Javier Auserd.

Sisters of Mercy. Leonard Cohen.

http://www.goear.com/listen.php?v=202b58d

Oh the sisters of mercy, they are not departed or gone.
They were waiting for me when I thought that I just can’t go on.
And they brought me their comfort and later they brought me this song.
Oh I hope you run into them, you who’ve been travelling so long.

  

Yes you who must leave everything that you cannot control.
It begins with your family, but soon it comes around to your soul.
Well I’ve been where you’re hanging, I think I can see how you’re pinned.
When you’re not feeling holy, your loneliness says that you’ve sinned.

  

Well they lay down beside me, I made my confession to them.
They touched both my eyes and I touched the dew on their hem.
If your life is a leaf that the seasons tear off and condemn
they will bind you with love that is graceful and green as a stem.

  

When I left they were sleeping, I hope you run into them soon.
Don’t turn on the lights, you can read their address by the moon.
And you won’t make me jealous if I hear that they sweetened your night.
We weren’t lovers like that and besides it would still be all right.
We weren’t lovers like that and besides it would still be all right.

© Written by Leonard Cohen, Stranger Music Inc. (BMI).

Gracias otra vez, Sak.

Gracias otra vez, Sak.

Sak es una gran dadora de premios. Le gusta dar premios a la gente que aprecia y yo me siento orgulloso de ser uno de ellos, aunque en mi caso sea inmerecido. Gracias, Sak. Tú sabes muy bien lo que anima recibirlo. Yo se lo doy en esta ocasión a:
Oana
Lee Tamargo
Javier Luna
Katheryne
Homero
Mela

Enhorabuena a todos.

Hola de nuevo.

Hola de nuevo.

http://www.portalesmedicos.com

No hay nada como un buen cateterismo (complementado de angioplastia si fuera posible) para que se te pasen todas las gilipolleces. Te quedas como nuevo, sobre todo si te tienen más de tres horas retransmitiéndote la partida en vivo y en directo como si fuera un videojuego, sólo que en este caso el videojuego eres tú. Es fabuloso. Yo lo recomiendo como terapia para todos aquellos que no tengan nada mejor que hacer en una mañana de miércoles, por ejemplo, y no hablemos ya del viaje en ambulancia, especialmente el de regreso. Es flipante.
Cada vez entiendo menos a los que se drogan con sustancias de cualquier tipo esperanzados en dar mayor emoción a sus vidas. No les entiendo, lo siento. Porque lo que tienen que hacer si quieren emociones fuertes es vivir estas experiencias tan interesantes que te dejan el aliento por las nubes y los dientes en el techo del quirófano.
Lo dicho, chicos: "No os droguéis". Haceros un cateterismo que es mucho mejor. No pierdo la ilusión de que se ponga de moda como la cirugía plástica y se creen foros de participantes contando cómo les ha ido y hasta qué nivel llegaron. De verdad, una pasada. Pero, ¡cuidado!, tampoco os enganchéis a tope, porque crea una fuerte adicción.
Hasta luego, majetes.

Javier Auserd.

Goodbye Mr. President. A.P.Alencart.

Goodbye Mr. President. A.P.Alencart.

Foto de Alfredo Pérez Alencart por Gabriel Alonso

  

Primer mandato
LÁGRIMAS DE COCODRILO

Y Bush lagrimeó
al ver llorar a las madres
que perdieron sus hijos
en Irak.

Él y otros podrán decir
esquiusmi o
“mis sentidas condolencias”,
pero todos sabemos
que el saurio no llora
cuando come a la presa:

por sus ojos sale
la abundante saliva
del regusto.

  

Segundo mandato
MIENTRAS SE DERRUMBA WALL STREET

Yo, que no tuve
ni tengo
acciones de valor
alguno.

Yo, que sólo poseo
un coche de dos puertas
próximo al desguace,

mas un piso barato
en las afueras de mi
ciudad pequeña,

confieso no sentir
tribulación
cuando leo el titular:
“Lunes negro en la Bolsa
de Nueva York”.

Y a la orilla del Tormes
desayuno tranquilo,
mientras se derrumba
Wall Street.

© Alfredo Pérez Alencart

(Pinchar en la imagen para editar el desplegable en PDF)

Nota de prensa de la Agencia EFE:
CYL-EE.UU-BUSH. Poeta peruano publica dos poemas en diez idiomas para despedir George W.Bush. Salamanca, 15 ene (EFE).- El poeta peruano Alfredo Pérez Alencart, afincado en Salamanca desde hace 23 años, ha publicado un desplegable con dos poemas traducidos a diez idiomas como "despedida de los poetas del mundo" al presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, quien abandonará su cargo el próximo 20 de enero. Pérez Alencart ha explicado hoy a Efe que el objetivo "es despedir a Bush, pero también pueden servir de ejemplo o de toque de atención para otros muchos mandatarios del mundo que están mirando hacia otro lado". El primer poema, en el que critica la actitud mantenida por ese mandatario en la guerra de Irak y sus lágrimas en los entierros de los primeros soldados muertos, fue escrito "hace cinco o seis años, pero su publicación ha coincidido ahora con su salida del gobierno". El segundo texto, de carácter autobiográfico, narra las consecuencias que el derrumbe de Wall Street ha tenido para muchas personas, y critica la codicia de las personas y el consumismo de la sociedad fomentado desde los gobiernos. Pérez Alencart ha explicado que "hoy, como en tiempos bíblicos, la codicia y el saqueo carcomen el corazón del hombre", y que con la composición pretende "dar una llamada de atención a una sociedad de la que Bush es paradigma". El autor ha catalogado como una "broma de mal gusto" que el presidente saliente de los Estados Unidos se considere cristiano, y ha señalado que sus poemas pueden ser una "advertencia para imperios venideros y para quienes tienen por Dios al dinero y las armas, en feliz connivencia con ciertas jerarquías eclesiales". Pérez Alencart ha asegurado que "Bush, como cualquier otro mandatario ensoberbecido por la potencia de su nación" es culpable de "dejar actuar sin cortapisas a los butroneros de cuello blanco que desvalijaron a unos y a otros, además de erosionar seriamente la credibilidad del capitalismo salvaje". Los poemas, que pretenden resumir los dos mandatos del líder estadounidense, han sido traducidos al alemán por Sigrid Becher, al inglés por Joseph Kreig, al árabe por Abdul Hadi Sadoun, al ruso por Kirril Korkonosenko, al francés por Max Alhan, al coreano por Whanbai Bank, al indonesio por Yohanes Manchitu, al portugués por Álvaro Alves de Faria, al estonio por Helina Aulis y al vietnamita por Trinh Thu Huong. EFE jmb/rjh.

Ese cuerpo con el mío. A.P.Alencart.

Ese cuerpo con el mío. A.P.Alencart.

Foto Luis Monzón

El poeta Alfredo Pérez Alencart, me deja mostrar aquí un poema inédito que sólo ha presentado, de momento, en la revista digital de la Universidad de Salamanca de la que es profesor: http://enred.usal.es/index.php/content/view/492/93/
Allí, podréis oír, además una entrevista grabada y datos interesantes sobre este interesante creador. Muchas gracias Alfredo.

 

Cuerpo que el sol tostó del blanco
para mi abasto en cuanto viva
bajo el amparo de tal morada
que es altar mientras me cobija.

  

Yo huelo sus sueños en silencio,
sintiendo dulzuras que desprenden
los besos sagrados de lo eterno
mareando la llama que no quema.

  

Vivo más cuando veo golondrinas
traspasando veloces toda niebla
hasta posar sus alas por el cosmos
del cuerpo que en silencio ruega.

  

Somos dos fronteras en un latido
que no sabe de pálidas banderas.
Somos ese cuerpo con el mío
desbocando el alma por los cielos.

  

(Para Jacqueline, de seda y acero)
© Alfredo Pérez Alencart

Machotes.

Machotes.

Tengo un amigo que tiene síndrome de Down (yo tengo el corazón hecho una castaña) y es la persona más encantadora del mundo: atento, educado, listo, cariñoso, amable. Pero si alguien le increpa de malos modos o le insulta o le desprecia, y, no digamos ya, le pega, se pone nervioso (como yo) y no sabe muy bien cómo reaccionar (como yo), no sabe si no hacerles ni caso o si darles un puñetazo por su agresión (igualito que yo).
Me lo ha recordado ayer lo del chaval del tranvía de Barcelona por el incidente en el que dos "valientes" (el mundo está lleno de "valientes" con los débiles) revisores "en su sano juicio" (¡ja!, vean el vídeo) le zarandean entre los dos, le zancadillean, le tiran al suelo, le quitan la cartera y le provocan un estado de nervios que pone en peligro su integridad física, porque el chaval, lleno de rabia y de impotencia (como cualquiera que sufra una vejación semejante), no sabe bien cómo reaccionar, pero reacciona contra sí mismo en lugar de reaccionar con agresividad hacia sus agresores, como habría sido lógico. Para "rematar la faena", la empresa emite una cínica nota intolerable desde todos los puntos de vista mintiendo y defendiendo a sus "valientes" empleados.
Es una vergüenza indignante. Si la justicia funcionara en este santo multimejunje de países de las narices que tenemos, esos dos "valientes" revisores ya habrían sido detenidos por la policía, juzgados por un juez imparcial, condenados por su "hazaña" y se pasarían cumpliendo un mesecito, al menos, de trabajos en beneficio de la comunidad ayudando a discapacitados, por ejemplo, con suspensión de empleo y sueldo durante ese mes y la empresa tendría que pagar su buena multa correspondiente por mentir y por defender lo indefendible. Eso les enseñaría a todos educación general básica y constituiría un referente de civismo y civilización.
Pero no. No, no, no y no. No preocuparse los ultradefensores de los "valientes trabajadores", no. No va a pasar nada de esto. Tranquilos todos. En cambio, va a pasar que tanto sus compañeros como en los bares de su barrio les van a jalear lo "machotes" que han sido.
¡Hay que jo ..., lo que hay que aguantar hasta que los jueces se pongan al día!

Javier Auserd.

Queridos Reyes Magos:

Queridos Reyes Magos:

http://www.cnn.com

Al menos 40 muertos en un ataque de Israel contra una escuela de la ONU
Otro bombardeo sobre un colegio con refugiados ha dejado tres muertos.
Comentarios (210)
Hambre y sed en Gaza | Mueren tres soldados israelíes abatidos por "fuego amigo"
http://www.20minutos.es/noticia/441031/0/ataque/israel/onu/

Invasión israelí de Gaza
El bombardeo de una escuela deja más de 40 muertos en Gaza
En un intenso día de ataques, las víctimas se amontonan en Gaza. Una familia ha perdido a 12 miembros. Por otro lado, cuatro soldados israelíes han muerto por ’fuego amigo’ .
Masacre en una escuela de la ONU
La ONU habla de "tragedia horrible"
Israel ataca Gaza por tierra, mar y aire
Ya van 635 muertos en la ofensiva
http://www.rtve.es/noticias/

 

El 'valiente' ejército israelí sigue matando niños.

No he puesto fotos. El simple titular me parece lo suficientemente terrorífico como para no necesitar imágenes y apenas añade horror al concepto mismo de lo que está ocurriendo. El ejército israelí es un ejecutor genocida y, quiero pensar que, drogado para poder soportar psicológicamente lo que hace. El gobierno israelí es un Satanás cínico también anestesiado con alguna sustancia de las que niega a los hospitales palestinos para poder dar las ordenes que da. La mayoría de la población israelí, convenientemente manipulada, está de acuerdo con la masacre. Unos pocos israelíes conscientes y justos siguen, con gran peligro de sus vidas, pidiendo la paz.
Pero los que mueren son los niños.
No me quedan más palabras para describir y condenar el dolor y el horror que significa la muerte de los niños. Me gustaría, ingenuamente, ser alguien con superpoderes para evitar todas las muertes, especialmente las de los niños.
Pero, en la impotencia colectiva ante un monstruo que asesina sonriente con una cobardía demencial y corrupta, la única bobada que se me ocurre es desearles que ni siquiera su Dios les perdone.

Javier Auserd.

Genocidio directo TV.

Genocidio directo TV.

Gaza (Reuters)

Estamos asistiendo, impertérritos, a otro nuevo genocidio israelí que quedará también impune por obra y gracia de lo que les importan al imperialismo, al capitalismo, a la Iglesia católica (tan escandalizada con lo que le interesa), a otras iglesias cristianas (también bastante persuasivas con lo que quieren), al neocapitalismo ruso, al socialimperialismo chino y al fanático y autorepresivo petroislamismo saudí (de doble cara) ... las vidas humanas, en este caso palestinas, pero se pueden incluir todas las africanas, asiáticas o latinoamericanas que nos de la gana.
Con la excusa del patético y chapucero terrorismo de Hamas, que mata a sus propios niños, se despliega una descomunal apisonadora de sangre y muerte en masa pagada con la sangre de los judíos asesinados por Hitler y sus asistentes.
Es lo mismo. Solo que aquél holocausto se sustrajo a las cómodas y cobardes miradas del mundo entero y este se despliega ante nuestras cómodas, cobardes e impotentes miradas.
¿Dónde está el límite? ¿Donde está la religión que pare esto? ¿Donde están, siquiera, los discursos alterados y alterantes de una Conferencia Episcopal ciega y sorda al dolor humano, a los gritos atroces de la verdadera masacre que sucede ante ellos y la esquivan?
Habría que reequipar a Dios con un módulo antigenocidios. Se lo pediremos a los Reyes Magos o, mejor, a los Santos Inocentes.

Javier Auserd.

Tirar del carro.

Tirar del carro.

"Tirar del carro". Hay que tirar del carro. Lo ha dicho el rey en su mensaje de Navidad.
¡Qué bonito! Y qué bien suena ... Si no fuera porque, a la hora de la verdad, los que tiramos del carro somos siempre los mismos. ¡Lástima! ¡Qué bonito suena! Llega un multimillonario (no arruinado por Madoff) o un privilegiado de la vida y te dice: "Hay que tirar del carro, machote". Y el mendigo le mira con ojos extraviados y ausentes por el frío de la noche y el hambre y la miseria que lleva encina, y mira al carro donde lleva todo su patrimonio a cuestas (lo mejor colocadito posible) y, con una nube de vino malo en los ojos, duda entre darle una pedrada entre ceja y ceja o considerarle un extraterrestre, pasar de él y ahorrarse la paliza de la comisaría.
¡Tirar del carro! ¡Tiene coj...! Y entonces, ¿qué llevo haciendo yo desde hace tres años, desde que me despidieron y mi familia se deshizo ... y antes cuando trabajaba, que también tiraba de otro carro más grande?
¡A ver si es que lo que quieren decir es que ahora van a tirar todos del carro! ¡Pero que no sea del mío, eh, no me lo vayan a quitar también!, ¡que me ha costado mucho llenarlo!
Pero tranquilo, hombre, no estropees la estampita, ... ¡que es Navidad!
¡¿Navidad?! Me ... en el turrón sin azúcar añadida!
En fin, como dice mi amigo el poeta peruano y español, Alencart: "Ojalá que nunca te suceda".
Feliz Navidad.

Javier Auserd.

Hallelujah. Leonard Cohen / Sheryl Crow.

Now I’ve heard there was a secret chord
That David played, and it pleased the Lord
But you don’t really care for music, do you?
It goes like this
The fourth, the fifth
The minor fall, the major lift
The baffled king composing Hallelujah.
Hallelujah …
Your faith was strong but you needed proof
You saw her bathing on the roof
Her beauty and the moonlight overthrew her
She tied you
To a kitchen chair
She broke your throne, and she cut your hair
And from your lips she drew the Hallelujah.
Hallelujah …
You say I took the name in vain
I don’t even know the name
But if I did, well really, what’s it to you?
There’s a blaze of light
In every word
It doesn’t matter which you heard
The holy or the broken Hallelujah.
Hallelujah …
I did my best, it wasn’t much
I couldn’t feel, so I tried to touch
I’ve told the truth, I didn’t come to fool you
And even though
It all went wrong
I’ll stand before the Lord of Song
With nothing on my tongue but Hallelujah.
Hallelujah …


© Leonard Cohen, 1984

 

Malaentraña.

Malaentraña.

Fui a ver a Malaentraña, armado de valor y de paciencia, y le insistí todo lo que pude, pero me dijo que no me daba el préstamo. Entonces me volví a la pensión paseando muy despacio mientras pensaba cómo matarle a ser posible sin que nadie se diera cuenta, porque es un maldito egoísta que no tiene más universo que su ombligo. No me hubiera dolido tanto la negativa de Antiguo si no me debiera él a mí dos veces la vida desde hace muchos años.
Me había pasado la mía trabajando y no había conseguido ni la cama donde caerme muerto. Estoy convencido de que la vida es obra de un guionista cabreado y malaleche, por quién sabe qué oscuros motivos, con un humor negro y macabro que paga su frustración contra nosotros, contra algunos de nosotros, no con todos, claro está, que es el que hizo rico a Antiguo Malaentraña y el que ha hecho que me haya fallado de tan mala manera.

Eran los años del hambre en el Madrid de la postguerra. Éramos niños que jugaban entre los escombros, rodeados de cadáveres insepultos y de ratas más gordas que los gatos que huían de ellas y de bombas sin explotar que a veces explotaban y se llevaban una pierna, un brazo, una barriga, un ojo … en el mejor de los casos. Al principio, no había escuela y nos pasábamos todo el día y parte de la noche en la calle, primero con calor, luego con frío, luego hacíamos fogatas y empezamos a fumar para matar el rato de lo que nos daban las patrullas de soldados que recorrían todo sin orden ni concierto rematando muertos, cargando cuerpos en los camiones y, poco a poco, muy despacio, despejando y asegurando los barrios y los campos, demoliendo las ruinas y alisando descampados o dejándolos tal y como estaban. Nosotros los chiquillos corríamos a su lado de un sitio a otro, estorbándoles, hasta que conseguíamos unos cigarrillos o media tableta de chocolate y les dejábamos en paz mientras compartíamos lo conseguido en el refugio de turno que habíamos limpiado de bombas, de balas y de granadas a costa de algunas mutilaciones sin importancia. Miguelito el cojo, por ejemplo, había perdido un pie, pero, a cambio, le daban de comer y de cenar en el comedor de las Clarisas. Como decíamos entonces, ¡qué potra!, mientras que los demás rodábamos de tío en abuela si acaso, pasando más hambre que un maestro.
Cuando después, al cabo de los años, las cosas se fueron organizando, los que nos libramos del Orfanato, que estaba lejos, y nos quedamos por el barrio en casa de algún pariente lejano o cercano, lo mismo daba, nos seguíamos reuniendo en los escondites secretos que no nos quitaban las cuadrillas de operarios (así les decían, ya no había obreros ni trabajadores), aunque iban más lentos que el caballo del malo de las películas del cine de verano en el que nos colábamos gracias a los cigarrillos de colillas que liábamos y le dábamos a Toñínes los jueves y nos dejaba pasar y apretujarnos en un rincón oscuro del solar, cerca de la esquina que se usaba de meadero, para que no nos viera su jefe, un mutilado de guerra con unas malas pulgas considerables que descargaba en nuestras espaldas con una vara de fresno cada vez que nos trincaba. Allí veíamos el NO-DO y lo bien que iba España y la envidia que nos tenían todas las naciones extranjeras aunque, a decir verdad, nosotros no alcanzáramos a comprender los motivos. Allí conocimos las pelis de vaqueros y de romanos y de policías y ladrones en América y al Gordo y el Flaco y otro que hacía mucho el tonto con un bastón de payaso y salía siempre corriendo de todas partes después de robar comida y de zamparse una bota con clavos y todo y los cordones y las suelas, que nos daba una risa del detalle, que no veas; esas eran mudas aunque sonaba un organillo entrecortado. Cuando no nos pillaba el ex combatiente, volvíamos a casa de nuestros tíos muertos de risa y la vida y el hambre se iba pasando con un poco menos de agobio. También empezamos a ir a la escuela pero faltábamos si hacía falta ayudar a nuestros primos mayores con lo de la chatarra y a hacer cisco en los descampados para los braseros. A la vuelta, el maestro nos tiraba de las orejas y nos daba con la regla en las manos, en el culo y en la cabeza, nos ponía al final cara a la pared y hasta la próxima.

La primera vez que le salvé la vida a Antiguo Malaentraña fue un domingo de noviembre que hacía mucho frío y veníamos tiritando de misa donde habíamos pillado unos céntimos de la cesta sin que se diera cuenta la de Acción Católica que la pasó esa mañana. Íbamos celebrando de antemano el pastelillo de milhojas de la lechería de doña Pura, cuando el Dientes, que siempre tenía que ir tocando las narices, le pegó un codazo a Mala (como le llamábamos a mala leche) que le mandó al medio de la calle y le sentó de culo en el preciso momento en que venía un camión lleno de sacos. Era un pesado y lento camión de los de entonces, renqueante y temblón, pero no dejaba de ser un monstruo enorme y peligroso para unos mocosos como nosotros. Sin pensármelo dos veces, me atravesé a la desesperada y, agarrando a Mala del cuello del zarrapastroso abrigo que le había regalado mi tía porque lo iba a cortar para bayetas, tiré de él con todas mis fuerzas hacia la otra parte de la calle donde caímos los dos rendidos por el esfuerzo y por el susto justo a tiempo para que no le pasara aquella apisonadora infernal por encima. Antiguo Malaentraña, me agradeció el gesto con un puñetazo y una frase típica de su humor macabro y cínico:

-¡Por poco me matas, macho! No vuelvas a hacerlo.
-La próxima vez, te va a salvar la vida tu padre – le dije con toda la mala uva que pude, sabiendo que era tan huérfano como yo.

Se levantó de un brinco y alzó el puño para volver a golpearme, esta vez con saña brutal, pero algún mal pensamiento cruzó por su torcido cerebro como si un rayo le hubiera iluminado una neurona. Sonrió enigmático y me tendió la mano para que me incorporara. Era su forma de perdonarme de momento. Ahora creo que había previsto vengarse de mis palabras más adelante, cuando se presentase la oportunidad. Así era, así ha sido toda su maldita vida Antiguo Malaentraña, más conocido por el nombre que compró ya durante el estraperlo: Andrés Magenta.

La segunda vez que le salvé la vida fue cuando entramos en la parte abandonada del colegio al lado de la iglesia nueva, que estaba llena de cristales y nos metimos a explorar una tarde de invierno dos o tres años después de lo del camión, cuando ya nos estábamos reformando y él comenzaba sus negocios de chatarrero de aprendiz de uno de los estraperlistas del barrio. Le atrajo la posibilidad de que hubiera chatarra allí dentro. Como solía hacer cuando quería salirse con la suya nos pinchó para entrar y, aunque ya no éramos niños, tampoco éramos adultos picardeados. Estábamos en plena edad del pavo, lo que mal mirado era peor que ser un crío y, sobre todo, era muy peligroso no sólo para nosotros. De modo que entramos.
Todos los cristales de los grandes ventanales de aquél ala del colegio estaban en el suelo. Alguna otra banda de adolescentes se nos había anticipado con eficacia británica y eficiencia alemana. Al principio, pusimos tanto cuidado que no hubo ningún problema, pero, a medida que nos íbamos confiando, abandonamos las precauciones y empezamos a correr riesgos innecesarios como, por ejemplo, no asegurar un paso antes de dar el siguiente e incluso intentar pequeños patinajes. Las clases, en contra de lo que era de esperar, no estaban completamente vacías y aunque no había pupitres ni pizarras ni tarimas, tenían armarios metálicos que ponían a Anti los ojos como platos y se le hacía la boca agua de pensar en llevárselos. Fue al abrir la puerta de uno de los armarios cuando resbaló y cayó al suelo clavándose varios cristales en una pierna y lanzando un alarido pavoroso que debió de oírse hasta en la plaza aledaña contribuyendo a la fama fantasmal que tenía el edificio. Vio Mala la sangre que salía a borbotones de los múltiples cortes de la piel de su pierna herida, se desmayó y, si no llego a estar cerca para darme cuenta y sujetarle, se habría estampado contra el armario rompiéndose la crisma. Pero, además de sujetarle, al tiempo que le decía a Lolo, el cojo, que me ayudara a limpiar de cristales los alrededores suficientes como para poder dejarle en el suelo, tenía que cortar la sangre que seguía saliendo a mares y amenazaba con dejarle más seco que un bacalao. Conseguí sentarle sujetado por el cojo y, sacando el pañuelo, le vendé la pierna como pude, quiero decir que se la envolví de cualquier manera. Lo peor fue sacarle de allí. No podíamos arrastrarle por el suelo exponiéndonos a que barriera todos los cristales con el culo, pero tampoco podíamos cargarle a borricas porque, aunque flaco, era largo y pesaba lo suyo. Después de pensar un rato, se me ocurrió sacarle “a la sillita la reina” entre el cojo y yo mientras íbamos apartando los cristales con los pies, según avanzábamos hacia la salida, para no atravesarlos las suelas con ellos por el sobrepeso.
Resultó laborioso. Grandes goterones de sudor nos llenaban la cabeza y nos bajaban por el cuello hasta la espalda. Más de una vez estuvimos a punto de estamparnos los tres contra los cristales del suelo y en las escaleras creímos que igual era mejor tirarnos a patinar directamente y morir desangrados al llegar abajo. Sin embargo, luego estuvo claro que no había llegado nuestra hora todavía porque, aún no sé cómo, salimos al fin a la acera (donde se había hecho de noche) y caímos desfallecidos sobre ella recuperando el resuello, la fe en San Antonio de Padua y Mala también el poco conocimiento que siempre había tenido.
Nos acercamos a la fuente de la plaza, le lavé la pierna con el pañuelo mojado, sin hacer caso a sus aspavientos, le quité los cristales más grandes esquivando sus puñetazos y comprobé, algo decepcionado, que no era para tanto. Le dejé el pañuelo mojado encima y la sangre se fue cortando poco a poco. Nos fumamos un cigarro entre los tres para celebrar el desenlace y nos fuimos cada uno a su olivo que, a lo tonto, se había hecho tarde. Antiguo Malaentraña, o sea, Andrés Magenta, se hizo monaguillo en la parroquia, se volvió de comunión diaria, y comenzó su carrera delictiva bajo el inocente paraguas de la Iglesia católica.

Puesto que su vida me pertenece dos veces (amén de otros favores circunstanciales varios que, como soy tonto, aún no le he cobrado y me debe), bien puedo quitarle una, a pesar de lo cual me devano los sesos y no encuentro la forma de vengarme de su maldita ingratitud. Tengo que matarle, sí, pero no sé cómo. Debo repasar sus costumbres para dar con algún punto flaco que me permita realizar mis propósitos. Veamos, se levanta temprano, va a la iglesia, oye misa, comulga, va al bar, desayuna, da un paseo, va a su despacho de usurero a conceder o denegar préstamos ilegales … ¡Un momento!, ¡desayuna! ¿Y si le enveneno el desayuno? … No, no. Demasiada gente por medio. ¡Ya sé! ¿Y si le pongo una víbora en el cajón de su mesa y cuando meta la mano … No, no. Seguro que me muerde la víbora a mí. Y … ¿y en la iglesia? ¡Buf, la iglesia! ¡Como no le envenene la hostia! ¡Ostras, la hostia! ¡¿Cómo no se me ha ocurrido antes?! ¡Es maravilloso! ¡Que intervenga la Justicia divina! ¡Es perfecto! Pero … ¿cómo sé qué hostia será la suya, para no envenenar también al resto de feligreses? Aunque … no creo que entresemana comulgue mucha gente. Es igual, tengo que observar con el máximo cuidado y preparar todo lo mejor posible para no fallar el golpe.

Y aquí estoy, en la iglesia, madrugando por venganza, detrás de esta columna, viendo cómo comulga Antiguo Malaentraña, alias Andrés Magenta, mi verdugo y futura víctima, para poder envenenar la sagrada forma que le mande antes de tiempo ante el Supremo. Comulga Antiguo y … ¡nadie más! Ah, no, no, espera. Ahí va una abuela muy viejecita. Sí, sí. Es que anda muy despacio la pobre. Bueno, ya. No, no, espera, que comulga el cura también. Demasiados para enviar al Supremo al mismo tiempo. Además, sospecharían enseguida de algo tan raro. No sé, no sé. Tendré que pensar en otra cosa. Mientras pienso allí mismo, en la iglesia, pasa la viejecita a mi lado y me parece que … ¡que me guiña un ojo!, pero debe de tratarse de un error por mi parte.

Es jueves y sigo dándole vueltas a cómo vengarme de Malaentraña, cuando viene corriendo Luisito, llama al timbre de casa y, apenas le abro, me grita:

-¡Paco, Paco, ven, corre, que Andrés se está muriendo!
-¿Andrés? ¿Nuestro Andrés? ¿Andresito?
-¡Sí, sí! ¡Corre, que te llama!
-Pero ¿qué dices, hombre?, ¿cómo se va a estar muriendo nuestro Andresito?
-¡Que sí, que sí! ¡Vamos, que vengas!

Salgo corriendo a medio desayunar, con las zapatillas de estar en casa y Luisito me lleva al bar, donde veo un revuelo de parroquianos al lado de los servicios. Voy apartando caras conocidas y me encuentro con el corpachón de Antiguo Malaentraña, alias Andrés Magenta, derrumbado en una silla y a Cándido, el dueño, dándole aire con un periódico. Cuando me ve, le aparta de un manotazo, me agarra de la camisa (que por poco me ahoga), me acerca a su cara congestionada y me dice al oído, sin apenas resuello:

-Paco … me muero.
-¿Qué tonterías dices, hombre? ¿Qué te vas tú a morir?
-Me muero, Paco. Esta vez es verdad. Calla y escúchame por una santa vez en tu vida. Ya sé que estabas dándole vueltas a cómo matarme, cabronazo, pero se te ha adelantado el Supremo. No, no digas nada. Te conozco mejor que si te hubiera parido. Además, eres un libro abierto. Calla y escucha. Toma esta llave. En mi despacho hay una caja de caudales. La abres y allí está todo. Ya lo verás. Encárgate tú de todo. No me fío de nadie más. Gracias por salvarme la vida tres veces. Espero que puedas perdonarme. Adiós.
-Pero … Antiguo … No te mueras, hombre. No te mueras así. Además, sólo fueron dos veces.

Y, haciendo un ampuloso gesto teatral, da una gran bocanada de aire como para tirarse a una inmensa piscina y … la palma delante de un público no muy selecto que digamos, entre los que me incluyo.

Ahora que todo ha terminado y Mala descansa en la paz del cementerio de Carabanchel, veo que ha sido mejor así. Ocupo su cuchitril, que he mandado limpiar y pintar como es debido, y ya sí que parece un despacho. Ocupo su actividad, conozco la mayoría de sus secretos y el resto los iré descubriendo con tiempo y paciencia. Ocupo sus pisos de General Ricardos, soy el legatario de su inmensa fortuna y el dueño de sus múltiples deudores a los que no pienso perdonar sus deudas, como tampoco hizo Antiguo, por más que nos lo mande el padrenuestro. No creo en las casualidades, de modo que sólo me quedan dos dudas malsanas: ¿cómo ha matado la viejecita a Antiguo Malaentraña? Y, sobre todo, ¿cuándo (según él) le salve por tercera vez la vida?

©Javier Auserd.

¿Invadimos Argentina, nos independizamos de Rusia o las dos cosas o ninguna?

¿Invadimos Argentina, nos independizamos de Rusia o las dos cosas o ninguna?

http://gizmologia.com

El problema de los ultraliberales neocom es que hacen agua por todos lados y sus tesis entran en contradicción con "to lo que se menea", en especial con su supuesto patriotismo.
¿Que el mercado va bien?: privatizaciones a mansalva para que el Estado se quede "en pelotas" frente a los especuladores y se descapitalice. ¿Que como consecuencia de eso (y de muchas otras cosas parecidas) el mercado termina por desplomarse?: intervención y socialización de las pérdidas del capital a cargo de los Presupuestos Generales del Estado (es decir, contribuyentes, es decir, curritos). ¿Que quiere comprar una empresa otra que acaban de privatizar?: depende. Si la empresa es alemana o yanqui, bien, si no, de ninguna de las maneras, como hizo el P.P. en el caso de Endesa.
Ahora mismo, el P.P. pide la intervención militar (digo, estatal) para que una empresa privada rusa (dicen que mafiosa, ¿es que hay alguna empresa que no lo sea?) no pueda comprar acciones de una empresa privada española. Intervención es justo lo contrario de sus "principios ideológicos" (si los tuvieran). Y no dice nada de la nacionalización de Aerolíneas argentinas, propiedad de la empresa española Marsans. Pero, de acuerdo con las reglas no escritas de su patriotismo eso no tendría que gustarles y deberían pedir la invasión de Argentina. ¡¿En qué quedamos?!
Y es que, como empezaba diciendo, los ultraliberales neocon lo tienen muy mal porque los vaivenes del "mercado" casan mal o no casan nada con su "patriotismo" de opereta. ¡Señor, Señor! ¡Que venga pronto algún exgrapo neofranquista a casarles esto!

Javier Auserd.