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La cueva del dinosaurio

La fuerza de la vida.

Nuestro gato Leo está malito. Lleva una semana con un edema pulmonar agudo. Le hemos puesto, entre el veterinario y nosotros, más de 30 inyecciones y, desde hace tres días, se debate entre la vida y la muerte. Mejora, empeora, vuelve a mejorar ... Hemos estado a punto de dormirle para que no sufra y, sin embargo, nos detiene la obstinación con la que se aferra a la vida. Y seguimos intentando que salga adelante.
Pero no escribo estas líneas para recrearme en este hecho, porque tal y como está el patio con cientos, hay días que miles, de muertes espantosas de humanos en todo el mundo, me da pudor llorar por un gatito.
Lo que quiero destacar, a partir de lo que veo, es la fuerza que tiene la vida. Lo digo porque, a veces, oyendo las noticias, parece que la vida, toda la vida, cualquier vida, es una tontería pendiente de un hilo muy fino, frágil y fácil de cortar. Y no siempre es así. Y nunca debería serlo.
Terminamos por acostumbrarnos a las tragedias más absurdas a base de su absurda repetición hasta que llegue un momento (que ya está llegando) en que la vida sea una bobada sin valor, una gilipollez sin importancia, un accidente irrelevante.
Por eso, a mí, ahora (disculpad mi cinismo, no trato de frivolizar ni de censurar a nadie) me impresiona más cómo se esfuerza por vivir un niño hambriento en África o un perro o un caballo o un gato enfermos, que un suicida aburrido en una sociedad opulenta.
Vuelvo a pedir disculpas por mi ligereza, porque yo no soy quién para juzgar a nadie y habría que saber muchos datos y analizar con tacto y detalle motivos, circunstancias, etc. Lo único que digo es que me impresiona, cuando la veo, esa desgarradora tensión que nos sujeta a los seres vivos a esta maldita cloaca llamada vida.
No critico el derecho a morir dignamente. Al contrario. Soy partidario de ello. Pero, precisamente por eso, no me cansaré nunca de resaltar el incalculable valor de la vida, de todo tipo de vida, no ya por motivos religiosos (que cada uno tenga los motivos que quiera), sino como constatación empírica de las fuerzas ancestrales y, algunas, desconocidas que nos mantienen pegados a este moco.
Aunque sé que es imposible, ¡ojalá que todos los enfermos se mejoren!

Javier Auserd.

5 comentarios

Trini -

Ojalá que llegue un día, no muy lejano, en que el hombre domine a la enfermedad.
Siento qu eestés triste por tu gato, es curioso como se ama a los animales, yo tengo un periquito y lo primero que hago al levantarme es ir a ver su jaula, tengo pánico de que muera, y aque es viejito...

Besos

Hannah -

Decirte sólo que comprendo tu dolor y que aquí estoy para lo que necesites.
Un abrazo entrañable
Hannah

Dinosaurio -

Gracias por vuestro apoyo, pero Leo acaba de morir.
Estamos muy tristes. He quitado la foto porque ahora no puedo soportar verle cuando estaba bien.
Pero la vida sigue, como se dice en estos casos, y tenemos que seguir.
Yo no sé si los animales tienen espíritu (o lo que sea), sólo espero que esté corriendo libre y feliz por los campos del cielo.

pau -

Hace años encontramos una gatita en el rellano de casa, tan pequeña que cabía en mi mano.
Ahoar tiene siete años, una operación, una salud envidiable y una calidad de vida que el ochenta por ciento de la población no disfruta.
Es de la familia, qué le vamos a hacer...

Hannah -

Tienes razón, Javier, con eso de la fuerza que tiene la vida, toda vida, cualquier vida... Y tienes todo el derecho del mundo a estar triste y sufriente por lo que le ocurre a Leo, porque es vuestro compañero, ese compañero amoroso y leal que os ha brindado algo de valor incalculable: su amistad y su amor incondicional a lo largo de toda su vida. Mi deseo es que pueda seguir brindándoslo mucho tiempo más. Un abrazo para Leo y para vosotros lleno de comprensión, cariño y solidaridad en estos momentos.
Hannah