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La cueva del dinosaurio

El Estatuto.

El Estatuto.

http://www.ciberpunk.info/estatuto-del-periodista

Aventuras Caseras Asociadas, presenta: Cap.XII.

Me han llamado de la Asociación para que prepare una ponencia para un Congreso que vamos a hacer pronto. Es muy halagador que se hayan acordado de mí, pero eso me va a dar más trabajo gratis extra para que luego cuatro niñatos me tachen de dinosaurio chiflado, aunque sé que no debo verlo de esa manera. No sé qué voy a proponer. Por mí, planteaba el controvertido Estatuto del Detective, o algo parecido, que contuviera la menor regulación y burocratismo y la mayor libertad  y seguridad posibles, pensando en nuestro compañero Luis Hernández Bustamente, cuyo asesinato fue un mazazo espantoso para toda la profesión. Aunque me temo que eso es peor que proponer la cuadratura del circulo (polar Ártico) o la bajada del precio del petróleo o la unanimidad en una Constitución para la Unión Europea.
Luego está el tema del secreto profesional que no está bien regulado y nos causa muchos problemas.
Por otro lado, nunca, pero menos aún después del caso Madelaine, hemos sido partidarios de dar tres cuartos al pregonero, como hizo la agencia de detectives de Barcelona y también eso se debía plasmar de alguna forma en las conclusiones del Congreso a ser posible sin quedar como unos “acusicas” de otros compañeros. En fin.

Con tantas cosas en la cabeza, me vengo dando un paseo y, antes de subir a casa, me detengo junto a los cubos de basura para que los gatos callejeros a los que baja comida el hombre del portal de enfrente puedan comer sin que los maten los perros de algunos paseantes de perros amantes-solo-de-los-perros que pasan por allí (y, afortunadamente, cada vez son menos) o los “simpáticos” matagatos aspirantes a concejal, a lo que hay que añadir lo especiales, nerviosos y peleones entre sí que son ellos mismos.
Me conocen (yo también les bajo comida cuando puedo), quieren que les suba a casa y me ronronean cuando terminan de comer, pero no puede ser. Aparte de mi viejo gato (que no me consentiría semejante afrenta) y del conejo refugiado, ya no se harían a estar siempre encerrados en un piso. Y, aunque sé que su vida va a ser muy dura y su destino cruel en la jungla urbana, no puedo evitarlo por más rabia que me de. Para más INRI, a los gatos les pasa cíclicamente como a los judíos y a las brujas: que la ignorancia o la enfermedad neuronal de algunos miserables les achaca leyendas negras falsas que facilitan ataques y persecuciones injustas, incomprensibles y mortales. Está visto que no sólo los detectives y no sólo los seres humanos tenemos problemas.
Además, parado junto a los cubos de basura de la calle donde vivo me di cuenta de que la fauna urbana es de lo más “barriopinta” y esperpéntica. Incluso los supuestos yupi-pijos, si se vieran por detrás en un vídeo de You-Tube, sobre todo en verano, con el uniforme de pantalones cortos con los bolsillos abombados de otro color, camisa formal y zapatos sin calcetines o sandalias con ellos o chanclas, se les quitarían las ganas de salir así a la calle. Pero, como decía mi abuela (q.e.p.d.) y yo no me canso de repetir: “¡Es que hay gente pa’ tó!”.
Les quedaba muy poco para terminar, cuando llegó un mendigo golpeando los cubos y salieron corriendo.

-¿Tienes un cigarrito?
-Yo cigarritos, no, pero tú sí que tienes muy mala leche.
-¿Por qué lo dices?
-Porque acabas de espantar a esos gatos.
-¿Qué gatos?
-Esos que acabas de espantar. ¿Por qué lo has hecho?
-¿Te gustan los gatos?
-¿Y a ti las ratas?
-Están muy buenos al ajillo. ¡Ji, ji, ji, ji, ji!
-¿Los gatos o las ratas?
-Tu tía. ¡Ji, ji, ji, ji, ji!
-¿Te ha hecho algo mi tía? ¿Por qué no te metes conmigo para que te pueda dar dos hostias, y dejas a mi tía en paz?
-En eso llevas razón, mira tú por donde. ¡Ji, ji, ji, ji, ji!
-Tú no eres de por aquí, ¿verdad?
-¿Eres un madero?
-Cada vez llevas más papeletas.
-¿Y qué rifas?
-Ya te lo imaginas, ¿a que sí?
-¡Ahí va, qué miedo!
-Sí, más te valdría tenerlo, pero sobre todo educación.
-La tuve, no te creas, pero se me perdió.
-¡Qué pena! No se te ahogaría en vino.
-En vino, no, fíjate, yo soy más de cubatas.
-Ah, ¡que yupi! Tu eras director general, ¿a que sí?
-¡Uy, por qué poco! No. Pero yo era amigo del cabrón de tu padre.
-Mi padre está muerto.
-¡Cuánto lo siento! No he querido ofenderle.
-Pues lo has hecho.
-Ya te he pedido disculpas, ¿no? Además, ¿qué vas a hacer?, ¿me vas a matar, madero, con ese pistolón del 38?
-¿Entiendes de pistolas?
-Y de trampas, ¡no te jode!
-Tú eres muy cabronazo, ¿verdad?
-No te creas, los he conocido peores. Bueno, chaval, no te sulfures tanto. Si no me das un cigarrito ahí te quedas y que te den mucho por el culo.
-¡Adiós, majete! Y no vuelvas a espantar a los gatos o te “enseño” mi “38”.

Y se fue con un espasmódico trote lobero, después de dar otros dos golpes rápidos a los cubos y hacerme un buen corte de mangas. “¡Me cago en su! …”, estuve a punto de pensar, pero me contuve. ¡Ah, qué santa manía tenemos los españoles de insultar a los familiares del susodicho en lugar de al propio interfecto, qué manía! Este se llamaba Benicio, o Vinicio, como le rebauticé, porque a pesar de su afirmación sobre los cubatas a lo que le daba era al vino y a cosas peores le había dado en Melilla. No era del barrio (aquella noche se había desviado un poco), pero malvivía cerca, con su pensión de legía, en la calle Ministriles, como supe otra noche en que le rescaté de uno de sus delirium tremens y le acerqué al piso de alquiler donde dormía de día y hacía la puñeta a sus vecinos de noche, hasta que, aburrido, salía a hacer la puñeta a todo el mundo que se cruzara con él por la calle.

-¡Son unos cabrones! ¡Tienen una multicopista y no me dejan dormir!
-¿Quiénes?
-Los de arriba. Son unos cabrones. Tienen una multicopista de propaganda subversiva y no me dejan dormir. ¡Habla con ellos! ¡Habla tú con ellos! ¡Ya lo verás! …
-Vale, Ben, acuéstate y estate tranquilo.
-No te vayas, tío. No me dejes solo. No te vayas, que me matan.
-Pero, hombre, ¿quién te va a matar a ti, con lo plasta que tú eres?
-Los bichos, esos malditos bichos, me matan.
-Anda, Ben, duérmete y deja que me vaya a mi casa, que mañana tengo mucho que hacer.
-Espera, espera, tío, quédate conmigo un rato y te dejo ir. Escucha, escucha, los gatos están locos, no obedecen  y por eso me ponen nervioso. Les tengo manía por eso, porque son indepen … inpedien … dempeden … incepen … ¡eso!, ¡lo que sea!
-Tranquilo, Ben, tranquilo, duérmete.
-No puedo, tío, no puedo. ¿Sabes por qué a ti te respec… te respn … no te hago nada? Porque no me tienes miedo. Y yo soy un prrr … un prrr … ¡Un lobo y huelo el miedo! Por eso. Cuéntbrrrr … zame un cunto, anda.
-¡Sí, hombre, y qué más!
-¡Porque yo soy un tío cojo … cojo! …
-Cojonudo.
-¡Eso!
-Pero, cállate, que no son horas y se van a cabrear los vecinos.
-¡¿Esos cabrrr … cabrrr … ?! ¡Que se j …!

De golpe, se quedó frito y le dejé durmiendo la mona. Cuando cerraba la puerta del piso, una figura fantasmal me esperaba en la escalera, en bata de casa. Era el vecino de arriba.

-Disculpe, señor, ¿es usted su amigo?
-¿Amigo? … Bueno sí, qué pasa, ¿quién es usted?
-Soy el vecino de arriba. Suba, por favor, sólo un momento, no voy a entretenerle.
-Pero … Tengo que dormir …
-Nosotros no dormimos con ese … hombre de ahí. Suba un momento, por favor, le voy a enseñar la … multicopista.

Subimos al primero, entré en lo que era directamente un salón pequeño con cuatro puertas y me enseñó la multicopista de Benicio. Cuando abrió la puerta de la “multicopista”, pude ver que estaba medio vacía, pero había yogures, cervezas, agua, fiambre, verduras, carne …

-Es verdad que suena un poco, porque ya está algo vieja, pero yo creo que no es para organizar los escándalos que organiza y las amenazas.
-¿Le han denunciado a la policía?
-Sí, pero no nos hacen caso. Dicen que está mal de la cabeza y que ellos no pueden hacer nada. Además fue legionario y se desentienden. Tampoco nosotros tenemos dinero como para meternos en abogados y que la cosa prospere. Si usted pudiera …
-¿Yooo?
-Convencerle …
-Ya sabe usted que eso es imposible.
-Va a terminar con nosotros. De una forma o de otra. Va a ser nuestra ruina. O nos mata él o le matamos nosotros cualquier noche de las que se pone a dar golpes y gritos.
-Bueno, bueno, hombre. Algo se podrá hacer. ¿Han probado ustedes en los servicios sociales de zona?
-Sí, pero tampoco nos hacen caso. Es alcohólico, ¿sabe?, pero no quiere desintoxicarse y no tiene familia, que se sepa. Y no pueden obligarle. No hay nada que hacer.
-Bueno, hombre. No le puedo prometer nada, pero veré qué puedo hacer.
-Dios se lo pague – me dijo la mujer, que hasta entonces había estado callada -. Tenemos hijos jóvenes, sabe usted y no queremos que un día, nerviosos, le den un mal golpe y se pierdan pa toda la vida. Hasta ahora les vamos conteniendo, pero cualquier noche … va’ver una desgracia.
-Bueno, bueno, mujer. A ver qué puedo hacer.

Y me fui a casa dejándoles con la desesperación de la fatalidad pintada en sus rostros cansados.

Por aquellos días, a punto de empezar el Congreso y con todo preparado, me llama Juan y me dice que si quieres arroz, Catalina. Que como conozco, hay una guerra entre las agencias de detectives, especialmente multinacionales (Koll, Honder, Veowulf), y las empresas españolas y los detectives independientes y las Asociaciones y los Colegios Profesionales, etc., etc., etc. Y que mi ponencia va a hacer terminar el Congreso como el “rosario de la Aurora” y que por nada del mundo querría él molestar a esa señora ni dar una imagen de división y … conflicto. Le digo que no se preocupe, pero que a partir de ahora me borre de su Asociación y que ahora mismo me cambio al Colegio de enfrente y que no vuelva a contar conmigo ni para tirarme a su señora y que no se olvide de que existo porque voy a hacerle la vida muy incómoda. Me dice que me comprende, pero que me tranquilice y le mando a tomar por culo y le cuelgo, o al revés, que ya no me acuerdo. ¡Hay que fastidiarse con el maldito Estatuto de las narices, como si no tuviera yo pocos quebraderos de cabeza! ¡Maldita sea! Me pongo a la Creedence y me calmo un poco.
Luego llamo a Charli, quedo para cenar y le cuento mis penas, ¿no me cuenta él las suyas constantemente? Lo bueno de Charli es que no se pone pesado. Entiende y respeta a los heteros y, a pesar de sus influencias sociales y económicas no se aprovecha de ellas, no toma represalias contra quienes nos negamos a mantener relaciones con él. Valora a las personas por sus capacidades, no por sus propios caprichos. Y eso, la verdad, es de agradecer en los tiempos que corren, porque no es nada habitual ni entre homos ni entre heteros. En fin. De paso le hablo del problema de Vinicio (quiero decir, Benicio) o mejor, del problema que sus pobres vecinos tienen con él y que puede ser aún mayor. Me dice que hablará mañana mismo con su tía Carlota, que conoce al director de un centro psiquiátrico que concede algunas (muy pocas) becas a través de una Fundación … y que no me preocupe, pero que empiece a plantearme el dejar de ser una hermanita de la caridad de la que abusan hasta los gatos, que el mundo es como es y yo no puedo salvarlo o que me prepare para otro infarto y para eso él conoce a muy buenos cardiólogos, siempre que me diese tiempo a llegar, pero no es plan.

Con el maldito Infarto de Damocles sobre mi cabeza (mala profesión he elegido para mi débil corazoncito) resuelvo varios temas al día siguiente, como cualquier cosa donde la Loles y por la tarde tengo la visita de unos padres, recomendados por Raquel la abogada, para que investigue a su hijo que creen que anda en malas compañías y toma drogas. Era el típico matrimonio que se acusaba mutuamente hasta de la muerte de Manolete, pero no se separaban porque ellos eran muy religiosos y qué van a decir sus familias y sus amistades. Entendí al pobre chaval, les anticipé mis honorarios y no me metí a consejero matrimonial de chiripa, aunque con lo tonto que soy y estoy últimamente … todo se andará.

Iba a salir a cenar y me vuelve a llamar Juan, que perdona Martín, que ayer estuve muy nervioso, injusto y grosero contigo (hombre, grosero, lo que se dice grosero, lo había estado yo al final) y que sí, que intervengas con tu ponencia, que además vamos a hacer un Colegio Profesional, y que si quieres ser Secretario o Tesorero, no sé todavía. Hombre Juan, para que luego me digas que naranjas de la China, la verdad es que … no me apetece mucho, chico. Que no, que no, ya verás cómo no, Martín. Lo primero es lo primero. Adelante con tu ponencia de lo del Estatuto, lo más light que puedas, eso sí, pero adelante. Y luego tú vas de Vocal … o de Vicepresidente (¡por la gloria de mi madre!). Juan, Juanito, ¡narices!, deja a tu madre en paz, que la pobre era una santa, pero tú … ¡Martín, Martín, por tu padre, … te lo ruego! … ¡Y dale!

© Javier Auserd.

4 comentarios

Dinosaurio -

Trino, Sak, Furgo, gracias por venir y me alegro de que os siga gustando.
Abrazos.

Furgo -

Menudo novelón te estás montando, socio.
Sigue, sigue, que vamos bien.
Un abrazote.

Sakkarah -

He disfrutado leyéndolo porque es muy ameno.

La verdad que si es un problema tener un vecino así. El alcoholismo es una enfermedad, y deberían tomar medidas si el que la sufre no quiere curarse.

Un beso.

Trini -

Cada vez me gusta más este Martín al que tanto lío le sale al encuentro::):)
Nada, que cuando no se las busca, se las encuentra:)
A ver cómo sale de estas.

Un abrazo