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La cueva del dinosaurio

Estamos trabajando en ello.

Aventuras Caseras Asociadas, presenta: Cap. VII.

Cada vez que un cliente me pregunta cómo va su caso, no puedo evitar acordarme de la mítica y humorística frase de un ex presidente que ha pasado a la historia por impulsar guerras ajenas nada humorísticas que todavía colean y siguen provocando muertes de civiles indefensos.
Pero los seres humanos somos así: graciosos y ligeros sobre aspectos dramáticos que afectan a otros y no parece haber nada más cómico que las caídas y porrazos que se pegan, o les pegan, a los demás. Eso se suele considerar parte de la “condición humana”, que es una especie de cajón de sastre donde se meten todas nuestras reacciones más contradictorias, inexplicables, oscuras y absurdas. De todos modos, la vida misma parece ser una tragicomedia constante e incomprensible donde se suceden las mayores atrocidades y desgracias de unos entre las risas de los contrarios y viceversa.

-Estamos trabajando en ello … - le dije, con acento tejano, a doña Rosa, que, por fortuna, no cogió la broma y, por tanto, no me cruzó la cara con una bofetada ni me sacudió un bolsazo de los suyos.
-Ah, bien. Pues sigan, sigan, a ver si terminan de encontrar a mi perrito, que ya van dos días y no me hago sin él.
-Tranquila, doña Rosa, es cuestión de tiempo. Vaya usted tranquila.
-¡Tranquila, tranquila! ¡De tranquila nada! ¡A ver si me lo encuentran de una vez, hombre, ya! – se fue rezongando, mientras yo lamentaba mi santa manía al abuso de frases hechas.

Psikys3.0 es uno de tantos bonitos y educativos juegos on line en los que un solo psicópata, o un equipo de ellos, escoge una víctima al azar, planifica su muerte, la mata de diversas modalidades predeterminadas y se deshace de su cuerpo quemándolo, descuartizándolo o tirándolo al río más cercano. A todos nos suena algún caso real en el que ha sucedido, a pesar de que los expertos nos recuerden, cada vez que sucede, que esos juegos de rol no son peligrosos ni contraproducentes para nuestros  jóvenes y que lo inadecuado (aunque no aclaran que “para la economía de esa industria”) sería dejar de comprarlos o de ver películas violentas o series de televisión porque la violencia está en la sociedad y no en los videojuegos y que no son más peligrosos que los antiguos e inocentes billares. Si los narcotraficantes se consideran expendedores de medicamentos, los asesinos a sueldo soldados privados y así sucesivamente, ¿qué impide utilizar eufemismos para todo?
A pesar de las bondades de estos inventos, no podía dejar de temer que el reciente caso del marido de Luisa, la señora de la limpieza del edificio del despacho, encontrado ahogado en el Manzanares al que Miranda le había quitado toda importancia, tuviera alguna relación con algo semejante y en particular con la referencia de Halien, en su último correo, a ese juego concreto. Pero, como casi siempre, no tenía ni idea de cómo ni por dónde empezar a atar cabos.

Hablé con la mujer de Anselmo, que era como se llamaba el muerto y, como me imaginaba, me respondió asustada con evasivas y vaguedades incongruentes dignas de una mejor y utópica investigación psicosocial adecuada. Así es que hablé con un amigo de Cheroky, también capo del barrio, que lleva los temas “antidepresivos”, o sea, ansiolíticos y opiáceos. Hablaba tan deprisa que tartamudeaba y era difícil seguirle. Al principio me contó una historia tan alucinante que yo sólo podía situarla vagamente en escenas de LSD de la película Apocalypse Now, pero luego, poco a poco, se fue calmando y concretó con mayor coherencia su relato. Me pareció entender que había una especie de secta o equipo de juego entorno a “Psikys” que se reunía en un tugurio de mala muerte cerca del Manzanares donde jugaban, como quien juega al mus, mientras se drogaban con alcohol, hachis, marihuana, opio, crack o lo que se terciara. Entre este grupo y entre el resto de habituales del antro que se ocupaban en otros diversos tipos de distracciones y entretenimientos eran muy frecuentes las peleas y las puñaladas traperas por las bobadas más chorras, cuando los consumidores adquirían un grado de desmesura y pérdida de consciencia suficientes. Aunque no me apetecía lo más mínimo, quedé con él en ir por allí una noche a cambio de darle dinero y, como es lógico, iría vestido para la ocasión para no desentonar a las primeras de cambio.

Hacía fresco aquella madrugada y, antes de salir, me puse un trescuartos viejo por encima. Lazo, el amigo de Cheroky, acudió razonablemente pronto y, atravesando la plaza de la Cebada, bajamos por la calle Segovia y, al llegar al parque de Atenas, nos perdimos por las calles cercanas al Manzanares, donde está el garito. Cuando entramos, aquello me recordó una tétrica taberna portuaria de los muelles de Nápoles en los años 50, sucia, oscura y maloliente. Nos acodamos en la barra para echar un primer vistazo, Lazo pidió un ron cubano y yo otro. El humo del tabaco se mezclaba con el resto de los humos de todas las substancias que por allí circulaban y se pegaban a la traquea como una garra estranguladora que sólo se aliviaba algo mediante los sorbos del brebaje infame al que se atrevían a llamar ron y como tal cobraban. Tapándome la nariz con asco mal disimulado y un pañuelo, recorrimos los negros pasillos, tropezando con bultos tirados en el suelo, deteniéndonos en las puertas abiertas y en las puertas cerradas y en las entornadas y desembocamos en un patio al aire libre donde no olía mejor a pesar de que se advertía la silueta de un árbol, que cuando estuvo vivo pudo haber sido una higuera, pero que ahora hacía las funciones de vertedero de inmundicias. Nos internamos por otro pasillo menos oscuro y en el primer cuarto vimos a unos diez individuos jugando a la ruleta rusa con lo que me pareció un revólver Nagant con silenciador. En otro cuarto se oía música de strip-tease y en otro, a través de la puerta entreabierta se veía a cuatro o cinco con portátiles. Toqué levemente la puerta que chirrió con estruendo y una voz chillona dijo:

-¡Venga Alien, ya está bien, ni que te hubieras ido a Jamaica a por las birras, joder!

Me quedé petrificado, sin saber qué hacer ni qué decir. Por otro lado, pensé de golpe, puede haber sólo unos setecientos mil Halien o Alien en la Red. El primero en reaccionar fue Lazo que, habló con cautela al tiempo que se metió muy despacio en la boca del lobo:

-No soy Alien. No soy Alien. Pero soy un amigo.
-¡¿Un amigo … de quién?! – dijo uno de ellos, dando un salto hacia atrás, que casi tira la mesa con los portátiles al suelo, y empuñando una pistola.
-De Anselmo – dije yo, entrando detrás de Lazo usándole casi como escudo y tanteando el Magnum345 en el bolsillo del viejo tabardo.
-¡¿Anselmo?! – grito otro – ¡Estos son maderos, Clavo, maderos! ¡Anselmo no usaba su nombre verdadero en el juego!
-Tranquilos, tranquilos – dije yo y volví a provocar el mismo efecto contrario que con doña Rosa la otra mañana.
-¡¿Qué queréis?! ¡Y ¿quiénes sois?! – Nos dijo el de la pistola apuntándonos a la cabeza y cerrando la puerta.
-No somos maderos. No pasa nada. Soy … un amigo de su mujer y solo vengo a hablar.
-¡¿A hablar?! ¡¿De qué?! ¡¿De qué mujer?! ¡¿De quién eres mujer, digo … de la mujer de quién eres … amigo?!
-No pasa nada. No pasa nada. Baja la pistola, por favor. Mira, nos sentamos. Hemos venido a hablar, ¿vale? ¿Me dejas hablar … explicarte? – dije mientras me sentaba yo y sentaba a Lazo que estaba más nervioso que yo -. Escucha – le dije al de la pistola – baja la pistola, por favor y … charlamos, ¿vale? -. Mira, te explico: soy amigo de la mujer de Anselmo el que ha aparecido en el río el otro día. No sé cómo se llama en el juego ni me importa. Le prometí que vendría a hablar con vosotros, sólo vengo … venimos a hablar … de buen rollo y luego … nos vamos.
-¿Le prometiste? – dijo otro de los que allí estaban, joven y mugriento, con el pelo pegado a la cara - ¿A ese tal … Anselmo?
-No, no – me apresuré a corregir – A su mujer. A su mujer. Está muy preocupada por entender … algo de lo que … ha pasado.
-Nosotros no sabemos nada – dijo un tercero, de mediana edad, tan desaliñado como el resto.
-Ya lo sé. Ya sé que vosotros no tenéis nada que ver con lo de … Anselmo, pero …
-¿Y si no eres madero, por qué quieres saber? – dijo el de la pistola que no me había  hecho caso y nos seguía apuntando con ella, aunque me fijé que le temblaba mucho el pulso y tenía puesto el seguro.
-Ya te he dicho que su mujer …
-¡Déjate de su mujer ni hostias! – empezó a alterarse.
-Escucha, soy primo de … ella y soy … detective.
-¡¿Lo veis?! ¡¿Lo veis?! ¡Cómo sabía yo que eran maderos! ¡Cómo lo sabía! ¡Yo … yo me los …! – chilló el de la pistola, cada vez más nervioso.
-¡Cállate ya, Clavo, joder! ¡Y baja esa … mierda! – dijo un cuarto tipo, más bien cuarentón y menos pringoso que el resto, saliendo de las sombras de una esquina de la habitación – Escucha … - empezó a decirme.
-Balboa – le dije.
-Escucha, Balboa – me dijo esbozando una media sonrisa socarrona -. No eres policía, vale. Pero ¿por qué quieres ayudar a tu … prima a averiguar qué le pasó a su marido? Además, ¿qué más da qué le pasara? Está muerto, ¿no? Todos lo sentimos mucho, ¿ok? Este es un juego … inocente, como otro cualquiera, aunque no esté muy bien visto y el antro no sea de lo mejorcito que digamos, pero … dejemos en paz a los muertos, ¿no te parece?, que bastante tenemos encima los vivos. Que la policía se ocupe de esos temas … O los médicos, o los …

En ese momento, la puerta empezó a abrirse y una voz alegre y despreocupada, casi cantarina voceó:

-¡Ya estoy aquí con las birras! – al tiempo que un joven entraba de espaldas para poder sujetar varias botellas de cerveza de traía apoyadas contra el pecho.

Estuve a punto de dar un bote en la silla esperando ver al Halien de mis dolores de cabeza entrar por aquella puerta cargado de cervezas y tener que detenerle acusado del asesinato de Anselmo García, su compañero de “Psikys”, el marido de mi “prima” Luisa, la señora de la limpieza del edificio de despachos de la plaza de Tirso de Molina.

Años más tarde, cuando al fin me dio el infarto laboriosamente gestado y ganado tan a pulso en esta y otras muchas aventurillas, recordé, con una sonrisa, aquella madrugada fría, que estoy contando, en la que el pobre Lazo y yo estuvimos en un tris de terminar en las terribles aguas color chocolate del Manzanares como Anselmo, el marido de mi “prima” Luisa o como algunos otros, que ya contaré, si salgo de ésta, como salimos de aquella, porque el muchacho que se volvió tan deprisa como le permitían las diez birras que traía amorosamente abrazadas contra la sucia cazadora color caqui oscuro … no era José Miguel U.V., alias Halien, sino otro chaval enganchado a la adicción de turno, alias Alien, al que casi se le caen todas las botellas contra el suelo al ver una escena en la que su amigo Fulanito de Tal, alias Clavo, apuntaba con un pistolón, más aparatoso que efectivo, a dos tipos desconocidos, uno de los cuales le miraba con una mezcla indefinible entre el susto y el alivio y luego vio cómo se despedían y pasaban a su lado y salían pitando de allí antes de que su amigo Clavo se diera cuenta de que tenía puesto el seguro de aquel mamotreto de museo, y lo quitara.

-¡¿Qué tal, doña Rosa?! No se preocupe, que seguimos trabajando en ello.
-¡Pero serás …! ¡Si hace tres días que apareció ya mi Cuqui … él solito! ¡Tres días! … ¡Y no te voy a dar ni un huero, para que aprendas! ¡Mamarracho!
-¡Bueno, mujer, no se altere, que le va a dar algo! ¡Ah, qué vida esta!

© Javier Auserd.

6 comentarios

Dinosaurio -

Hannah, muchas gracias, pero ni se te ocurra, no te lo aconsejo.
Katheryne, gracias. Por lo menos es lo que intento: ser un poco divertido, que bastante tenemos.
Trini, gracias. Bien dices de doña Rosa, ¡lo que tiene que aguantar! No esperes muchas sorpresas de Halien, aunque ... nunca se sabe.
Sak, gracias y más aún por tu preocupación por mí. Lo del perrito de doña Rosa, ¡seguro que el muy pícaro se fue de picos pardos!
Mela, gracias y también a ti por preocuparte. La verdad es que la escena acongoja, pero, como ves, la sangre no suele llegar al río más de lo imprescindible.
Un beso a todas.

Mela -

Jajajajaajajja, me pasa como a Sakk, te veo (???) rodeado de mugrientos jugadores de rol y apuntándote con una pistola, y me tienes con el corazón en un puño...

Beso.

Sakkarah -

Me gusta...El caso que me imagino que eres tú de verdad, y casi que sufría pensando que te volaban la cabeza...

Los juegos violentos, generan violencia, al igual que tanta película así.

Para tu investigación, te diré que el perrito de doña Rosa se había de perras.

Un beso.

Trini -

Ay, Javier:):) Pobre doña Rosa jajajaja.

Cada capitulo mejora esta novela por entregas que nos regalas aquí en tu casa.

Espero el siguiente capitulo y creo que me llevaré una sorpresa con la identidad real de Halien.

Un abrazo

ktheryn -

si fue fición que imaginativo, de donde lo sacaste? jjajaj
si es real,, será que te pasaste? jajajjaj
de todas maneras muy bien escrito, muy vívido y más aún muy divertido.

Hannah -

Un relato de ¿ficción? que retrata este mundo cruel nuestro a la perfección. Te felicito, Dinosaurio. Eres un gran narrador y un gran comunicador.
Cuando sea mayor, quiero ser cómo tú :-)
Un gran abrazo
Hannah