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La cueva del dinosaurio

19 días y 500 noches (1.999). Joaquín Sabina.

19 días y 500 noches (1.999). Joaquín Sabina.

No me vuelve loco Sabina, aunque reconozco que, salvo algunas cagadas, en general es un buen cantautor.
Le conocimos en el año 1.979 en un recital en una sala pequeña en Leganés, cuando llevaba muy poco en Madrid, apenas había publicado su primer L.P., del que me gustaba el blues "Mi vecino de arriba" y traía un bombín Bobdyliano que era su aspirada marca de fábrica, luego le perdimos la pista y le fue bien (no vale sacar conclusiones al respecto), pero eso ya es otra historia que contaré otro día.
Sin embargo, esta es una de las canciones suyas que me gustan, en la cima de su madurez creativa. Y ahí va.

Lo nuestro duró 
lo que duran dos peces de hielo  
en un güisqui on the rocks,  
en vez de fingir, 
o, estrellarme una copa de celos, 
le dio por reír.

De pronto me vi, 
como un perro de nadie, 
ladrando, a las puertas del cielo. 
Me dejó un neceser con agravios, 
la miel en los labios 
y escarcha en el pelo.  

Tenían razón 
mis amantes 
en eso de que, antes, 
el malo era yo, 
con una excepción: 
esta vez, 
yo quería quererla querer 
y ella no.

Así que se fue, 
me dejó el corazón 
en los huesos 
y yo de rodillas.

Desde el taxi, 
y, haciendo un exceso, 
me tiró dos besos... 
uno por mejilla.  

Y regresé 
a la maldición 
del cajón sin su ropa, 
a la perdición 
de los bares de copas, 
a las cenicientas 
de saldo y esquina, 
y, por esas ventas 
del fino La Ina, 
pagando las cuentas 
de gente sin alma 
que pierde la calma 
con la cocaína, 
volviéndome loco, 
derrochando 
la bolsa y la vida 
la fui, poco a poco, 
dando por perdida.  

Y eso que yo, 
paro no agobiar con 
flores a María, 
para no asediarla 
con mi antología 
de sábanas frías 
y alcobas vacías, 
para no comprarla 
con bisutería, 
ni ser el fantoche 
que va, en romería, 
con la cofradía 
del Santo Reproche, 
tanto la quería, 
que, tardé, en aprender 
a olvidarla, diecinueve días 
y quinientas noches.  

Dijo hola y adiós, 
y, el portazo, sonó 
como un signo de interrogación, 
sospecho que, así, 
se vengaba, a través del olvido, 
Cupido de mí. 
No pido perdón, 
¿para qué? si me va a perdonar 
porque ya no le importa... 
siempre tuvo la frente muy alta, 
la lengua muy larga 
y la falda muy corta.  

Me abandonó, 
como se abandonan 
los zapatos viejos, 
destrozó el cristal 
de mis gafas de lejos, 
sacó del espejo 
su vivo retrato, 
y, fui, tan torero, 
por los callejones 
del juego y el vino, 
que, ayer, el portero, 
me echó del casino 
de Torrelodones.  

Qué pena tan grande, 
negaría el Santo Sacramento, 
en el mismo momento 
que ella me lo mande.  

Y eso que yo, 
para no agobiar con 
flores a María, 
para no asediarla 
con mi antología 
de sábanas frías 
y alcobas vacías, 
para no comprarla 
con bisutería, 
ni ser el fantoche 
que va, en romería, 
con la cofradía 
del Santo Reproche, 
tanto la quería, 
que, tardé, en aprender 
a olvidarla, diecinueve días 
y quinientas noches.  

3 comentarios

Laura -

Yo adoroooooooo a Joaquin Sabina me encantan sus letras y estas es una de las mejores :D

Gatopardo -

Yo lo veía cuando iba a escuchar a Krahe en Libertad 8.
Y sí, le fue bien casarse con la hija de un ex-ministro.
Un abrazo

Hannah -

A mí si me gusta un montón Sabina, aunque no todo, pero casi; no obstante comparto contigo el hecho de que esta es una de sus canciones que más me "atrapan"

Un abrazo entrañable

Hannah