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La cueva del dinosaurio

El satánico verano del 36.

El satánico verano del 36.

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A veces los aniversarios no sirven para nada, pero hay otros aniversarios que habría que conmemorar siempre para que no se repitan (por encima del significado que cada uno les quiera dar) aunque estemos ya hastiados de las conmemoraciones obligadas a las que, en su momento, nos sometieron los vencedores, cada año, a todos los españoles. Peor fueron los fríos asesinatos de intencionalidad terrorista de la postguerra.
Además, este año estamos viendo cómodamente sentados y alejados por televisión en Líbano y Gaza otro verano sangriento y, en cierto modo, también fratricida, aunque los motivos (que nunca razones) sean muy diferentes a los del nuestro que se inició aquel año.
Creo que los baños de sangre siempre son diabólicos por muy benditos que estén por la jerarquía religiosa que sea, llámense cruzadas, guerras santas, yihadas, limpiezas étnicas, "legítimas defensas" (?) o lo que sea. Y, sin embargo, aunque Dios (¿qué "dios"?, ¿o es que da igual?), siempre está con ellos (con los políticos, con los prelados, con los generales, con los jeques), los que mueren son siempre los mismos: los civiles indefensos.
Y ya no por error, no. ¡Menos mal que el cinismo sangriento se ha impuesto a la hipócrita mentira! Gracias a la democratización del cinismo, podemos todos saber y ver en directo contra quiénes disparan los planificadores (que no soldados) de las masacres por ordenes superiores amparados en la impunidad universal más vergonzosa (pero eficaz).
Algo se ha avanzado, al menos, porque así el que quiera llamarse a engaño que lo haga él solito, le costará más esconder la verdad y no necesitará de 40 años de terror sistemático para reescribir la Historia. Y, aunque lo intente por otros medios y los efectos sean parecidos, no es lo mismo.
Por eso, este tipo de conmemoraciones (como la del 70 aniversario de nuestra guerra incivil), me parecen imprescindibles y cuantos más libros de investigación y documentos salgan a la luz, mejor. No para convencernos de lo contrario de lo que ya estamos convencidos, sino para que nuestros hijos y sus hijos puedan formarse una idea más completa de la magnitud de aquella barbarie, de aquel salvajismo asesino que se desató, acabada la guerra, en nuestra patria, bendecido todo por los profesionales representantes de una religión de amor y paz.

Javier Auserd.

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